Vistas de página en total

domingo, 22 de mayo de 2016

se refiere Carlos Mesa al miedo que acongoja al Presidente (claro que no lo nombra) miedo porque los escándalos de por medio lo están sometiendo a una especie de parálisis que limita su labor. es el miedo parecido al que sientes los detenidos sin orden judicial por simple orden de un fiscal masista, abogados, periodistas, familiares de la Zapata todos detenidos casi masivamente sin clara acusación, en una especia de reacción en cadena del Poder que se siente amenazado. inteligente, sabio como es Mesa que sale en defensa de la libre expresión de las ideas. leyes justas se defen aplicar sin discriminación para los amigos del poder y para sus enemigos.

Cabe hoy preguntarse sobre el miedo, sobre lo que se debe y no se debe decir, o mejor, sobre lo que se puede y no se puede decir. En una democracia hay un miedo que no cabe, es el miedo a hablar, a decir lo que se piensa, a expresar libremente las ideas.
Los seres humanos hemos creado la democracia con un objetivo fundamental que no debemos cansarnos de repetir: limitar el poder. Para que ese imperativo sea real, es imprescindible que los ciudadanos tengamos la certeza de que tenemos derecho a disentir, a criticar y a denunciar, y debemos tener la seguridad de que esos derechos pueden hacerse efectivos a través de los medios de comunicación, todos, desde los impresos hasta las redes sociales.
La base de estos supuestos se ancla en un pacto esencial entre gobernantes y gobernados. El mandatario es elegido por la mayoría mediante el voto popular para administrar los intereses de todos por un determinado periodo, pacto cuyo lazo indisoluble es el Estado de Derecho.
El Estado de Derecho no es una abstracción, no es papel mojado y mucho menos parte de los “valores burgueses” o de las “coartadas de las élites neoliberales”. Es el cimiento fundamental de la libertad, porque la garantiza en el marco de reglas que aseguran el ejercicio de derechos y deberes de todos, porque son parte intrínseca del funcionamiento de una sociedad en todo tiempo. Su salud depende de la certidumbre y la credibilidad, de la idea de que los derechos fundamentales de los ciudadanos no serán alterados, limitados o francamente vulnerados por una institucionalidad que se hace para responder a los intereses de quienes gobiernan.
Cuando las reglas se cambian con gran facilidad, cuando los poderosos aplican el camino estrecho para los menos y el ancho para los más, la libertad se reduce de modo dramático. Los hechos son elocuentes. El poderoso gana una contienda electoral y exige entonces el respeto a su triunfo y basa en éste su legitimidad. Cuando es derrotado se niega a aceptar que puede haber perdido porque su propuesta está agotada y, por si fuera poco, deja entrever que encontrará los mecanismos para revertir el resultado adverso. Cuando se evidencian casos de corrupción graves en su gestión, su primera reacción es cortar el hilo por lo más débil y si esto no es suficiente, contraataca por la vía  de la judicialización. Un arma letal. Lo que en el pasado era tarea de las armas, hoy es tarea del ministerio público y de los jueces.
Es curioso, pero los mismos que reconocen que el sistema judicial atraviesa uno de los peores momentos, no trepidan en usar ese mecanismo tan desacreditado para llevar adelante un barrido descarnado contra quienes cuestionan su poder discrecional. Discrecionalidad, ésa es la palabra que mejor se vincula con este tipo de poder. Discrecionalidad para acusar, advertir, amenazar si es necesario. Si un medio ejerce oposición se lo castiga bloqueando la publicidad estatal, acusando y desprestigiando a sus propietarios. Si un periodista denuncia a un gobernante, lo critica o menciona irregularidades en sus funciones que, cuando menos, exigen una respuesta aclaratoria, el resultado es un proceso judicial, un mandamiento de apremio. Se dirá que es un mecanismo legal permitido, sí, pero si alguien es “detenido preventivamente” ¿qué posibilidades reales tiene de ser sometido a un debido proceso?, ¿qué posibilidades tiene de que su “detención preventiva” no dure, por ejemplo, ocho años? Un periodista cruza la frontera para evitar ser detenido ¿porque es culpable o porque sus posibilidades de defensa legal son nulas o casi nulas?
¿Por qué razón un periodista debiera hacer conocer sus fuentes, instrumento esencial de un trabajo que permita la investigación y la denuncia contra el poder discrecional ?
Asumamos que una persona es sospechosa de haber cometido un delito y que amerita su citación a declarar para abrirle una imputación, ¿es aceptable su detención sin orden judicial? La detención preventiva ¿es una norma automática o requiere de una valoración honesta del juez de la causa? ¿Quien está detenido preventivamente debe ir a una cárcel de alta seguridad y tener restringidos sus derechos de expresión y comunicación? ¿En virtud de qué consideraciones un abogado defensor es acusado de un delito en el ejercicio de su tarea de defensa? ¿Cómo se lo tipifica? ¿Se detiene a un defensor por un eventual delito cometido cuando no estaba presente en su supuesta comisión por parte de su defendido?
Da la impresión de que estamos pasando de un derecho penal garantista a un derecho penal represor. La lógica esencial de acuerdo a la Constitución es que se presume la inocencia, que nadie tiene la obligación de declarar en su contra, y que, además, tiene derecho a una defensa cuyos alcances son muy amplios. Demostrar que la defensa ha incurrido en un delito sólo puede hacerse después de una investigación muy cuidadosa que pruebe ese extremo, sin perjuicio del derecho de éste a un proceso justo.
No es el poder el que debe protegerse de la libertad de expresión y del ejercicio pleno de ésta, es la sociedad, somos los ciudadanos los que tenemos el derecho de limitar la discrecionalidad del poder y de defender la aplicación justa de las normas que nos otorgan esa protección.
Hemos llegado otra vez a un momento complejo, el del debate sobre el miedo. Sobre quién quiere imponer el miedo y quién corre el riesgo de rendirse por el miedo. Podemos estar equivocados en nuestras ideas, pero tenemos derecho a expresarlas y tenemos derecho a interpelar al poder en el marco de lo que nos permiten las leyes, pero siempre que estemos seguros de dos cosas: que esas leyes son justas y que esas leyes serán cumplidas por todos.

El autor fue Presidente de la República.

sábado, 7 de mayo de 2016

penurias tras la libertad padecidas por Humberto Vacaflor según testimonio propio, comenzaron al cumplir Humberto 16 en una radioemisora de Tupiza, la radio destruída por los comunistas en represalia contra los anarquistas. la vida de Vacaflor quien acaba de recibir el Premil Libertad de la Asociación de Prnesa de Bolivia. Bien merecido.

APUNTES DE MI DISCURSO AL RECIBIR EL PREMIO LIBERTAD
ESQUEMA DEL DISCURSO 3.5.16
El premio Libertad es algo que aprecio más que todos los demás honores que he recibido en mi vida.
Es el mejor premio para un periodista.
Sobre la Libertad, don Francisco Quevedo dijo:
“Perder la libertad es de bestias; dejar que nos la quiten, de cobardes.”
Creo que el premio Libertad me estuvo acechando desde mis 16 años de edad, cuando comencé en la radio Chorolque de Tupiza a leer los libretos que escribía Liber Forti para “Simplicio, un hombre que no entiende”.
Un día, ese programa semanal se acabó porque los del sindicato de ferroviarios, del PC, decidieroin incendiar la radio de los anarquistas.
Yo estaba orgulloso de eso. Lo tomé como un premio, como un anuncio de que al final del sendero me esperaba el premio de la Libertad.
Después, en 1964, ya trabajando en radio Altiplano de La Paz, me llegó otro mensaje del Premio Libertad. El gobierno de René Barrientos decidió prohibir que se difunda el espacio “Actualidades Extra”, porque ponía nerviosa a la gente. La libertad de prensa había sido golpeada. Y yo lo tomé como un mensaje de este premio Libertad, que me estaba esperando al final del camino.
En 1967 fui expulsado dos veces de Camiri por los militares y debí interrumplir mi trabajo de enviado del diario Presencia de La Paz.
La primera vez, en marzo de 1967, fui expulsado por haber divulgado la decisión del ejercito de crear un cordón a la altura de Vallegrande, donde en octubre caería el Che.
La segunda vez, por difundir entrevistas esclusivas con Regis Debray, que estaba en la cárcel. Esta vez quien me expulsó fue el coronel Juan José Torres, acusándome de formar parte de la red de propaganda de la guerrilla y de Debray. Tres años después, el mismo militar, convertido en general revolucionario, liberaría a Debray ante la protesta de otros militares. Para mí, esa expulsión había sido un mensaje del premio que me esperaba.
En 1971 fui extorsionado a asilarme en la embajada Argentina por la dictadura de Hugo Banzer, con el ofrecimieno de que si así lo hacía, ocho compañeros míos de Presencia, que estaban refugiados en Don Bosco de La Paz, serían libres de volver a sus trabajos. Pero la dictadura no cumplio. Ellos también tuvieron que partir. Nunca hagas tratos con dictaduras. Me fui a Buenos Aires con una mano atrás y otra adelante, porque nunca pertenecí a ningún partido político. Al principio la pasé mal pero luego, cuando conseguí trabajo de periodista, mejoré. Todos esos años fueron el anuncio de este premio.
En 1980 tuve que salir nuevamente de Bolivia, esta vez protegido por la oficina de refugiados de la ONU. Nunca me he llevado bien con las dictaduras. Estuve en Perú, en México y luego en Londres. Otro anuncio de este premio que aprecio tanto.
En este “proceso de cambio”, los nuevos dueños de La Razón me despidieron. Habían hecho comprar ese medio con una tercera persona, con dineros extraños. Los verdaderos dueños me despidieron.
Y luego fui expulsado de Radio Panamericana, donde yo había hecho el Análisis Económico desde 1976. El gobierno, en coordinación con el director de esa radio, me excluyó de ese espacio, que yo había mantenido incluso en la BBC, en Londres.
Son otros mensajes de este premio. Me expulsan los testaferros y los alcahuetes del gobierno.
Por eso agradezco a la Asociación Nacional de la Prensa, que se atrevió a darme este premio, lo que es un síntoma de que nuestro periodismo está levantando cabeza después de varios años de opresión.
En mi relato del pasado he mencionado actitudes de gobiernos militares en contra de la libertad de expresión. En este momento, con el gobierno de Evo Morales, se siente el mismo grado de presión. Es la peor situación que vive la libertad de expresión en tiempos de democracia, sólo comparable a la situación que se vivía en gobiernos militares.
Mi angustia en este momento es que Evo Morales no sea un problema, sino un síntoma. Quizá nos espera a los bolivianos tener como gobernantes a representantes de otras actividades ilegales, más abiertamente ilegales.
Y llegar a lo que vive ahora Somalia, el Estado que en 1991 fue aniquilado por las actividades económicas ilegales. Ess actividades llegaron entonces a la conclusión de que, para ellas y su poder, el Estado era un estorbo.
Mi homenaje a Liber Forti, mi maestro, a Juan Leon, mi hermano, y también a los héros de este momento en la lucha por la libertad: Carlos Valverde, Fernando Vidal, Wilson García Merida, Marianela Montenegro, Gonzalo Rivera y muchos otros que mantienen alta la antorcha de la libertad.