Vistas de página en total

martes, 11 de noviembre de 2014

Jorge Melgar Rioja nos dice que no basta el voto, sino que los ciudadanos tenemos también la capacidad de conceder el castigo social, si acaso los elegidos no responden en los marcos de la democracia. la democracia interna es fundamental plara el buen funcionamiento de la otra que elije a los gobernantes, es acaso la que pensaron Luis Espinal, Marcelo Quiroga, Domitila Chungara? luchemos dice el autor en la base democrática, el sindicato.

Poseemos algo más que nuestro voto y es nuestra capacidad de castigo social. Si no lo ponemos en práctica siempre serán los de poco valor civil quienes hablen por nosotros
Los bolivianos estamos convencidos de que vivimos en democracia desde hace muchos años. La llamada recuperación de la democracia allá por el año 82 que nos permitió vivir sin golpes de Estado, subsistir en los años de la democracia pactada que nos dejó avances importantes para la consolidación de una forma de convivencia pacífica, instituciones en desarrollo como la Defensoría del Pueblo, la Corte Nacional Electoral, el Tribunal Constitucional, los gobiernos municipales autónomos con territorio, recursos económicos son buenos ejemplos de aquello; pero también son una demostración objetiva que pueden ser nada de nada, cuando el poder aprieta desde diferentes ángulos y nos contentamos con votar.
Estamos convencidos de que nuestra democracia es buena, que ha servido para algo. Lo más grandioso de aquello es que somos grandes demócratas porque votamos, porque nos convencieron que elegimos autoridades. Nuestro derecho al voto es obligatorio, pero no ejercemos una parte cualitativa de la democracia; elegir a nuestros representantes.
Los partidos políticos de ahora y los de antes de este proceso de cambio, no ejercieron democracia interna. Siempre hubo caudillos, jefes, que marcaron el camino y sobre la frase de que escogeremos a los mejores; seleccionaron a los que mejor se adaptaron a la voz de mando de su líder. Y si los operadores de la democracia la negaron en su seno, cómo podrían serlo con los poderes del Estado a su favor. No lo eran ni lo serán en la medida que se coarte la ciudadanía.
Si se eligiera a los mejores las leyes nacerían en donde determina la Constitución, el  Legislativo. Si el proyecto es iniciativa del Ejecutivo – también democrático– se discutiría el contenido y los ciudadanos no veríamos unas manos levantadas y unas bocas cerradas en la instancia ya mencionada.
Democracia es construcción de algo colectivo en consenso. Puede darse de varias formas, la representativa, la participativa, la que toma en cuenta a los llamados movimientos sociales; mas si ellas no construyen ciudadanía y los habitantes no la asumen poco o nada podemos esperar de nuestros empleados, los políticos, pues ellos se endiosarán y sólo trabajarán para reproducirse en el poder.
Habrá una degradación democrática cuyo concepto esencial lo veremos en la propaganda oficial, que  representará un ideal que sólo está en la mente del caudillo y de su publicista. Construcción pagada con los recursos del sujeto pasivo, usted.
¿Creen que ésta es la democracia que quería Domitila Chungara, la soñada por Luis Espinal, Marcelo Quiroga Santa Cruz? Si la respuesta es no, pues a luchar para que haya democracia en el país partiendo desde la base, en la casa, en el sindicato.
Exijamos a los líderes de nuestros barrios a respetar a los ciudadanos que los pusieron ahí, y censuremos a los que se venden al poder. Poseemos algo más que nuestro voto y es nuestra capacidad de castigo social. Si no lo ponemos en práctica siempre serán los de poco valor civil quienes hablen por nosotros. Cuestionemos y para ello hay que cuestionarse a sí mismo, lo demás es conformismo expresado en un voto.
El autor es periodista.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Mario Cossío desde Asunción, exiliado desde 4 años ha, mantiene firme su deseo de Justicia y que su cargo de Gobernador le sea reintegrado. firme en sus convicciones dialoga con El Deber de SC.

Cecilia Dorado N.
cdorado@eldeber.com.bo


Acuatro años de haberse refugiado en Paraguay, tras declararse perseguido político del MAS, el exgobernador de Tarija Mario Cossío asegura que dará pelea por su cargo. Conversó con EL DEBER.

¿Cómo ve los resultados de las elecciones generales?
Eran previsibles. Son la culminación de un plan afanosamente preparado por el régimen de Evo Morales para instalar su proyecto totalitario y perpetuarse en el poder, el cual empezó en cuanto asumió su primer mandato y halló en la habilitación inconstitucional para un tercer mandato uno de sus principales hitos (...) Pero hay que aclarar dos cosas: Por un lado, el MAS tuvo menos votos que en 2009. Y, por otro lado, para ganar tuvo que abandonar su discurso y aliarse con sus archienemigos de antes: los empresarios, la oligarquía, los partidos tradicionales y muchos exautonomistas y exdemócratas que sucumbieron al oportunismo y que concurrieron a lavarle la cara. Fue una victoria, pero con cierto sabor a derrota. 


El MAS ganó con el 51% en Tarija, ¿eso complica a la oposición para los comicios 2015?La lógica del voto es distinta en una elección regional; pero además el MAS no creció en Tarija a pesar de sus esfuerzos de tener intervenida la Gobernación y de controlar casi todas las autoridades. Todo dependerá de cómo vaya a encarar la oposición este desafío y cuál será su planteamiento diferenciador respecto al régimen. 

En el campo de la oposición se requieren alternativas opositoras nítidas, no versiones mejoradas de oficialismo, y ello vale también para las regiones.

Depende también de si se logra construir un espacio de unidad y si el pueblo decide cobrarle al MAS la factura por vulnerar su voluntad, robarle su democracia y truncar su desarrollo.

¿Usted insistirá por la vía legal que se lo restituya en el cargo de gobernador?Claro que sí. Hace más de 20 meses que pedí mi restitución al cargo, luego que mi suspensión fue declarada inconstitucional, pero el régimen lo impide. También he denunciado al Gobierno ante los tribunales internacionales; como en Bolivia no hay justicia, espero hallarla afuera.

¿Cuáles han sido los principales escollos en esta lucha?
La obsesión que tiene el régimen de Evo Morales por eliminarme políticamente y por evitar mi retorno. Van cuatro años de exilio, pero no descansó un instante de perseguirme y atacarme. Y ese régimen controla las dos vías posibles que tengo para lograr mi restitución al cargo de gobernador: la Asamblea Legislativa Departamental y la justicia.

¿Camino al Cambio postulará a candidatos en 2015?
Creo que además de pensar en candidatos, lo cual debe hacerlo en algún momento, Camino al Cambio debe pensar en cómo recuperar la democracia para nuestro departamento y cómo salvarlo de las manos del MAS. Como principal fuerza política departamental, debe pensar también en cómo recuperar el proyecto histórico tarijeño del cual fue su conductor, que quedó truncado por la acción golpista de Evo Morales y para ello su desafío es constituirse en un eje articulador de las expresiones democráticas. 

¿Qué debe hacer la oposición en las elecciones?
Debe diferenciarse del régimen y no aspirar a convertirse en una suerte de ‘oficialismo mejorado’. Debe gestar un proyecto alternativo de verdad, progresista y comprometido con la realidad social, pero auténticamente democrático, que no negocie la libertad del pueblo

martes, 4 de noviembre de 2014

ciertamente, asegura Carlos Mesa no hemos girado a la izquierda. NO en cuanto a la utopía de obtenerlajusticia, la igualdad, la transparencia en un régimen de ética con una economía al servicio del Bien Común. NO hemos cambiado nada.

Las elecciones del 12 de octubre parecen desmentir a primera vista la idea de que el país, tras una década de inflamada fe en la recuperación de los valores del socialismo, vuelve a un eje más moderado, que en política definimos como centro. Los resultados para confirmarlo son abrumadores, el presidente Morales obtuvo un aplastante 61 por ciento frente a un 24 por ciento de Doria Medina y un 9 por ciento de Quiroga.
Sin embargo, hace ya varios años que las apariencias engañan. Bolivia ha logrado una curiosa combinación en la que conviven con mucha soltura una economía mayoritariamente controlada por el Estado, tras una larga secuela de nacionalizaciones (incluida la debatible ‘nacionalización’ de los hidrocarburos), una inversión  pública de orientación social razonablemente alta y tres bonos de soporte a ancianos, mujeres y niños, con una realidad brutal del materialismo más descarnado.
Es allí donde está la base del debate. Desde un punto de vista conceptual la idea de socialismo, comunitarismo y complementariedad, se basa en una premisa que el propio Gobierno ha definido como el ‘vivir bien’. Si nos atenemos a la definición, estamos ante una propuesta de filosofía de vida que implica muchos elementos fundamentales, el más importante de ellos una vida en comunidad más humana y más próxima a los valores esenciales.
Seamos francos, estamos completamente divorciados de aquellos pilares que el discurso de los gobernantes predica. Ese divorcio entre lo que se dice y lo que se hace vale tanto para el área urbana como para la rural, tanto para indígenas y mestizos como para criollos. El país está ahogándose en el materialismo más descarnado, en el capitalismo más agresivo en el ámbito privado (afán desmesurado de lucro, especulación financiera e inmobiliaria, etc.), en la falta de solidaridad más cruda y en la decisión implacable de aplicar la ley del más fuerte como premisa rectora de nuestra convivencia colectiva.
No tenemos una vida más armónica, ni más pacífica, por el contrario, enfrentamos la realidad de un incremento muy alto de la inseguridad ciudadana, una destrucción sistemática del medio ambiente y del equilibrio con la naturaleza. El culto a la basura se ha instalado en toda la geografía nacional. La irresponsabilidad traducida en impunidad por nuestros actos es estremecedora. En ese contexto, hay algunos indicadores que debieran cubrirnos de vergüenza. La violencia de género es una de las más altas de América latina, las historias de niñas-niños-adolescentes que abandonan sus hogares para vivir ‘sus vidas’ son desgarradoras, la prostitución como medio de vida pone en evidencia la realidad de que en las ciudades del eje el número de lenocinios o lugares de encuentro para el ejercicio de la prostitución disfrazados de alojamientos, son literalmente incontables. La trata de personas es una constante que crece como una hemorragia. La vida para la fiesta y no la fiesta en la vida, se están convirtiendo en rutina que puede hacer que el orgullo por nuestra riqueza cultural se convierta en el caldo de cultivo de la irresponsabilidad. No trabajo hoy, ni mañana, ni pasado, porque el chaqui así lo demanda…
El consumo de alcohol es probablemente la peor de todas las plagas que enfrenta el país sin atisbo de frenarse o disminuirse. Si hace algunos años acuñamos la frase de que si los gringos querían que erradiquemos nuestra coca, ellos debían erradicar sus narices, podría plantearnos la pregunta de cuántas narices debíamos también erradicar nosotros en una sociedad donde el consumo de drogas diversas se ha multiplicado exponencialmente.
El incuestionable éxito en la movilidad social, en la reducción del racismo y la exclusión, los logros  económicos, su excepcional manejo macro, las significativas obras públicas de infraestructura, de comunicaciones, de industrialización de hidrocarburos, los indiscutibles saltos en reducción de la pobreza y sus secuelas, le han generado a los gobernantes una percepción equivoca de su propio éxito, éxito que si bien ni se puede ni se debe negar, no refleja el escenario conceptual en el que basan sus premisas ideológicas  sus protagonistas. En esta cuestión, en la de los asuntos de fondo, Bolivia no está a la izquierda, no está en la revolución del comportamiento, no está en una visión que nos acerque al ‘vivir bien’ de la real o supuesta utopía del pasado prehispánico.
Es en ello donde debemos detenernos, en unas raíces que por demasiado regadas corren el riesgo de pudrirse. Acabaremos creyéndonos un discurso que no refleja la realidad, estamos ante el peligro de acallar las voces críticas a título de que lo que esas voces trasuntan es una actitud racista y discriminadora, limitando el derecho a poner en cuestión los graves déficits del sistema imperante. El derecho a la discrepancia, a la crítica y a la fiscalización son inalienables, y son una de las garantías para cambiar lo que está mal hecho.
Un triunfo electoral como el que hemos vivido conduce a la auto complacencia, a creer que la retórica de las frases grandilocuentes se convierte en verdad por la magia de repetir de modo machacón algunas consignas de gran fuerza movilizadora, y no es así. Sin desconocer que éste es otro país, que hemos vivido cambios trascendentes desde 2006, no podemos aceptar a fardo cerrado aquello de que Bolivia ha renovado su comportamiento colectivo para bien. No lo ha hecho –hay que insistir en ello– padecemos todos los males del mercantilismo, el capitalismo y el materialismo. Estamos perdiendo la batalla de los valores y es imprescindible que quienes detentan el poder por tantos años, entiendan que en este camino lo que queda por hacerse es tan largo como la ruta que se siguió para imponer los cambios que logramos en otros ámbitos de nuestro quehacer diario.
No, si la izquierda es la utopía de la justicia, la igualdad, la transparencia, la ética, una economía cuyo valor principal es la búsqueda del bien común  y un ser humano nuevo, ciertamente no hemos dado un giro a la izquierda.
El autor fue Presidente de la República.