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miércoles, 8 de marzo de 2017

Hoy, 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, leímos una noticia que puede ser pasada desapercibida: los insultos y la agresión física contra Gabriela Zapata, ex pareja de Evo Morales Ayma.

Según diversas fuentes de información, Zapata, al concluir la audiencia de inicio del juicio oral, público y contradictorio, reiteró sus acusaciones contra el empresario y político Samuel Doria Medina de financiar el caso de la suplantación de un supuesto hijo del mandatario. Mientras declaraba, un grupo de personas le profería una serie de insultos. La gente se concentró a la salida del Tribunal de Justicia a la espera de la exnovia del Primer Mandatario, una vez que la reconocieron, le jalaron los cabellos, y le lanzaron distintas acusaciones al punto de que la mujer derramó lágrimas. También luego de la suspensión de la audiencia, las personas forcejearon con la Policía e increparon a Zapata, gritando en estado de catarsis: “Vas a llorar lágrimas de sangre”.

Más allá de cualquier ideología, de razones o mentiras de Zapata, no es posible aplaudir la agresión verbal o física de una mujer imputada. Una democracia boliviana en ciernes, con un récord de golpes de Estado a lo largo de su historia, autoritarismo, caudillismo, movilizaciones sociales violentas, y un largo etcétera, debe aprender a no subvertir los derechos fundamentales.

Y aunque fuera una genocida – cuestión por la que no es acusada – es justo que Gabriela Zapata, no sea objeto de una pulseta entre la versión del Gobierno o de la oposición. A juzgar por los hechos, no puede quedar impune tampoco, la agresión verbal y física contra una mujer.
Linchada socialmente, en una suerte de capitis diminutio, Zapata, en cualquier sociedad respetuosa de los derechos humanos, tendría derecho a que se presuma su inocencia, y no se afecte su estado de salud o integridad física. No es cosa fácil. La sociedad boliviana en su conjunto – o mejor dicho en una gran mayoría – está mal acostumbrada a pisotear los derechos fundamentales.

Un viejo pensamiento judío dice que cada ser humano es un Universo. Siendo así, Zapata debe ser juzgada pero de ninguna manera ser objeto de presiones políticas, y mucho menos de violencia en su contra.


Por Mauricio Ochoa Urioste
Director General de Gaceta Hoy

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