Cuando empieza septiembre el aire se enrarece por el humo resultante de los chaqueos inevitables. La quema de pastizales, -se supone- enriquece y prepara la tierra para la siembra de verano y lluvia. Esta temporada, las oleadas de humo que nos dejan con poco y mal oxígeno, no será notable. Es otra clase de humo la que nos está empezando a asfixiar. Es la espesa humareda proveniente desde el Poder, con el objeto de tender un manto que suavice un poco las torpezas que se están cometiendo. No hay viento que despeje los daños irreversibles que se está causando a la institucionalidad y a la democracia.
Ya es misión imposible hacer un seguimiento de los acontecimientos que obedezca a un patrón más o menos lógico. El conflicto de los mineros de Colquiri hace apenas un par de meses, encontró una supuesta solución salomónica. Los conflictos son tantos y de tan variado origen, que pasamos la página rápidamente para centrar nuestra atención en lo más reciente, cuando los dinamitazos de los mineros y escolares huyendo despavoridos de los agentes químicos, nos hacen retroceder y volver a poner sobre la mesa el conflicto que supusimos solucionado. Todo es improvisación, todos son parches y remiendos. Las decisiones se toman con carácter de urgencia para salvar el momento y los conflictos renacen con mayor virulencia porque se le ha agregado el factor engaño e incumplimiento.
Se lanzan cortinas de humo de un espesor tal, que remueven los cimientos de la democracia y que para reconstruir, parece que no habrá más alternativa que tocar verdadero fondo para poder empezar a restituir la institucionalidad desde cero. Se está acelerando la necesidad de pensar efectivamente, cómo haremos para buscar soluciones a los verdaderos problemas del país que tendremos que afrontar una vez que los gobernantes de hoy abandonen el poder y en el lamentable estado en el que dejaran a nuestra nación.
Aberrantes procesos judiciales se llevan a cabo cotidianamente como es el caso de un dirigente panificador a quien acaban de sentenciar a tres años de cárcel, por supuestamente haber desviado harina a "otros panificadores", cuando en realidad se sabe que el delito fue osar reclamar ante la prensa, harina entregada por la estatal Emapa plagada de gorgojos y hongos no apta para consumo humano. Como se está haciendo costumbre, no hay perdón para quien se anime a elevar la voz para reclamar pues todo "afecta" la imagen del gobierno o como en este caso, a una trinchera peguista creada para su voraz militancia.
Con la distancia y objetividad que estos casos se merecen, observemos por un momento la posición adoptada por sus ex íntimos colaboradores, -hoy nuevos enemigos- cuyo umbral de tolerancia al creciente despotismo está al límite. La carta en Facebook que la ex Ministra de Defensa enviase al Presidente, no dice nada que los demás no supusiéramos. El mérito es que va dirigida sobre todo, a los otros fieles a la causa como una señal de alarma que no deberían ignorar.
Porque es indudable que la Ministra Chacón tuvo suficiente tiempo para reflexionar sobre el rumbo al que están arrastrando el país. La imagen más vívida que de ella guardábamos, era su tensa expresión en oportunidad de la visita oficial del Ministro de Defensa de Irán, el buscado responsable intelectual del asesinato de decenas de personas en la Argentina, a quien ayudaron a escapar del país antes que llegara la Interpol. Pero más vale tarde que nunca reza el refrán. Y la designación de Llorentty como Embajador ante la ONU, es una provocación difícil de superar para alguien que conoce muy bien -entre otros- los entretelones de Chaparina.
Hasta una ocasión que en cualquier otro lugar del mundo causaría contento y una mirada benévola de la ciudadanía como es el inminente matrimonio del vicepresidente, se halla enrarecido por ellos mismos debido a la casi inexistente credibilidad que rodea hasta sus más mínimas acciones. Ellos mismos se han encargado de agitar velos para distraernos con tanta frecuencia, que hasta un posible buen sentimiento y acción positiva, son observados con suspicacia.
Esa tenaza de hierro que están empleando para no perder el control de nada de lo que sucede en la sociedad civil, despierta la sospecha que no desean ser los únicos con temor. Están haciendo cosas como si el ejercicio del poder estuviera en manos de una dinastía, la masista, que permanecerá por décadas y en ese entendido elaboran leyes y medidas represoras pretendiendo vender que son inmunes y que son eternos. La Ley de extinción de dominio que se está empezando a cocinar en la asamblea, no es ni buena ni mala per se. Hay países con tradición de corrupción y crimen organizado, para los que ésta es una eficaz herramienta de penalización. Pero, volvemos al tema de la credibilidad. La frontera entre lo que podría ser correcto y lo utilitario para mayor sometimiento, es una línea demasiado difuminada.
Dos seres humanos pueden en un momento determinado, disparar un arma. Uno en defensa propia y el otro para matar. El acto es el mismo. En la intención es donde radican las diferencias.
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