Tardó pero llegó , me dije en un arranque de optimismo iluso al escuchar al Presidente anunciar que había ordenado investigar “todos los proyectos que “supuestamente se ejecutaron en el Fondo Indígena.
“Hemos detectado -dijo- que hay un mal manejo y por eso hemos pedido al directorio que cambie al ejecutivo del Fondo y a algún personal más. Su anuncio era un reconocimiento tácito de la importancia y valor de la prensa. Era alentador escuchar, aunque sin reconocerle mérito a la investigación periodística, el reconocimiento oficial de que mucho, por no decir todo, huele mal en esa institución.
“¿Cómo algunos hermanos pueden proteger la corrupción?, se preguntó al anunciar la investigación ante periodistas azorados.
Con hoy, hace un mes, exactamente, un dirigente campesino de los Ponchos Rojos había amenazado con “poner en su lugar a una colega periodista que investigó el caso y con ocupar el diario que publicó su nota. Tras el anuncio presidencial -me dije- habrá que ver qué dirá Simeón Jaliri, el dirigente Poncho Rojo que le dio 72 horas a la colega Claudia Soruco “para que se retracte bajo amenaza de ocupar Página Siete, sobre todo porque periodista y periódico siguieron con el tema, a riesgo de la represalia anunciada, fieles a su misión, que es misión de todos los periodistas.
El lunes, ajenos a esas amenazas, periodista y periódico informaron que se ejecutó sólo uno de 894 proyectos del Fondo Indígena, aunque del 2010 al 2013 se desembolsaron 592 millones de bolivianos, que son plata de todos y que administran organizaciones campesinas que rechazaron las investigaciones de la Contraloría.
Según el Presidente, todos los recursos del Fondo se deben utilizar en proyectos productivos, pero, al parecer, “se desvían los fondos… supuestamente para capacitación y el mantenimiento de la organización.
Pero el arranque de optimismo que motivó el tácito reconocimiento presidencial a la investigación periodística se hizo trizas en pocos minutos. En el mismo ámbito, reapareció la intolerancia habitual hacia la tarea del periodista, de la mano de una grave y preocupante señal de totalitarismo y vulneración de los más elementales derechos ciudadanos, y el Presidente reveló conocer la vida íntima de un periodista que le preguntó qué uso le daría al doble aguinaldo que recibirá como funcionario público.
“Yo le preguntaría a usted -le dijo el Presidente al periodista- ¿en qué va a gastar su doble aguinaldo? A lo mejor, seguramente, va a gastar en la segundina. Yo sé que tiene una segundina. Eso qué interesa, es una cuestión privada.
Revelar algo de la vida íntima de una persona es de mal gusto, pero que lo haga la primera autoridad del país es grave porque muestra un peligro nivel de penetración de los servicios de inteligencia política en la vida privada de la gente. Es atropello al derecho constitucional de privacidad de la gente.
El Presidente pudo responder que entregaría su doble aguinaldo a la campaña para su reelección y a nadie le hubiera extrañado. Pudo anunciar que lo donaría a los niños huérfanos y habría recibido aplausos y elogio, aunque fuera mentira piadosa. Pudo decir “sin comentario, y no pasaba nada. Pero, genio y figura al fin, habló de la posibilidad de que el segundo aguinaldo beneficie a la “segundina.
El apelativo refleja una conducta amoral y describe a la titular de un segundo hogar, con connotaciones discriminatorias y machistas. En el caso específico, su respuesta pareció ratificar la ilegalidad del segundo aguinaldo, igual que la ilegalidad de una relación sentimental ajena al matrimonio.
Mientras eso se mostraba en Palacio, en el estadio de Johannesburgo se le rendía homenaje póstumo a Nelson Mandela, el hombre que le puso moral a la política, que luchó por la igualdad y ocupó, ya en vida, el lugar que ocupa en la historia. A esa misma hora, sus funerales concretaban su sueño de unir en paz y libertad a moros y cristianos, aunque por su fidelidad a sus principios y valores, muchos hubieran creído que “se vendió a la derecha.
En ese contexto de contradicciones internas que nos tocó vivir y como un homenaje más a su memoria, vale la pena pues recordar los conceptos sobre prensa y periodistas de ese hombre. “Una prensa crítica, independiente y de investigación -decía Mandela- es el elemento vital de cualquier democracia. La prensa debe ser libre de la interferencia del Estado. Debe tener la capacidad económica para hacer frente a las lisonjas de los gobiernos. Debe tener la suficiente independencia de los intereses creados, debe ser audaz y preguntar sin miedo de ningún trato de favor. Debe gozar de la protección de la Constitución, de manera que pueda proteger nuestros derechos como ciudadanos.
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