La crasa actitud del Alcalde cruceño ha logrado que se derramen ingentes cantidades de tinta respecto de un hecho –deplorable por cierto–, y que amerita la renuncia de la máxima autoridad de un municipio, pero que ha sido visto con una lupa que ha maximizado los hechos a tal nivel, que llega a distorsionarlos.
Me refiero en primer lugar al intento de la diputada Marcela Revollo de iniciar una querella por acoso sexual, que de progresar podría llevar al Alcalde a cumplir una condena de cuatro años de cárcel.
Contrariamente a la opinión de muchos, creo que lo que pasa con Percy Fernández muy bien podría ser un comportamiento senil, una disfunción mental –causada por algún tipo de deterioro–, que acentúa sus peores características, su machismo mamado en la infancia, posiblemente alguna tara heredada genéticamente, y una vida llevada adelante siempre con el gesto provocador y socarrón que fue festejado a lo largo de los años, y que de alguna manera fue parte de su capital social y político, y que por lo visto lo sigue siendo.
Existen detalles que deben ser analizados y recuentos que deben ser realizados. Fernández ha reincidido en el último tiempo con este tipo de actitudes, el caso de Desirée Bravo, en ese momento presidenta suspendida del Concejo Municipal, y el de la joven funcionaria besada públicamente en la boca, siendo éste en realidad el episodio más criminoso, más censurable y más delictivo, precisamente por el hecho de ser ella una funcionaria de la Alcaldía, y por ser ése un acto tan intrusivo (y considerando el eventual mal aliento del viejo, también tan asqueroso).
No hay referencias más antiguas de este tipo de comportamiento; ¿no lo hubo?, o simplemente no se registraron estos eventos. Si éstas son las primeras veces, se debe seguramente a que la chochera del paciente no estaba tan avanzada previamente. Fernández no es un hombre extremadamente viejo, este año cumple 75 años, pero hay personas en las que ciertas decrepitudes se adelantan.
Percy es sin lugar a dudas, como muchos que están demasiado tiempo en el poder, una persona alejada de la realidad. Como sucede casi siempre, los principales responsables de ese desorden son los entornos. En el episodio de marras se escuchó al coro de lambiscones celebrar con sus risas el vulgar exabrupto. Creo que el acoso sexual es un delito atroz, que puede hacer imposible la vida de la víctima, y que éste debe ser castigado duramente, aunque también tomando en consideración las características psicológicas del perpetrador. Pero dudo que lo que vimos por la tele, y por Internet, una y otra vez, y además con imágenes manipuladas, pueda ser considerado un acto de acoso.
Lo que le pasó a la señora Guzmán nunca debió haber tenido lugar y fue seguramente algo muy desagradable, algo así como pisar las heces del perro del vecino (entiéndase esta última frase como se quiera). Pero realmente el daño amerita, en lo que a la víctima respecta, solamente unas disculpas.
¿Estoy minimizando el hecho? No. Es un comportamiento inaceptable en cualquier circunstancia y tratándose de una autoridad, ésta debería renunciar o hacer una serie de esfuerzos para demostrar que realmente quiere enmendar su comportamiento, empezando por un serio tratamiento psiquiátrico. Y es que debemos también aclarar que para los desórdenes de este tipo también hay cura.
Lo que sí me espantaría es vivir en un país que quiera meter a la cárcel a un hombre prematuramente envejecido, decrépito y baboso que no puede controlar sus manos y que cree que es simpático. Posiblemente Percy Fernández no merezca ser alcalde de la ciudad más grande de Bolivia, pero tampoco merece ir a una cárcel. Su destino, tarde o temprano, y considerando sus ataques de ira de hace un par de años, tan públicos como su actual performance libidinoso, está posiblemente en una institución psiquiátrica y con la incomodidad de una camisa de fuerza.
El autor es operador de turismo
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