Giovanni Sartori, filósofo, politólogo e investigador italiano de renombre en temas políticos dentro el método comparado, al referirse a lo qué es la democracia como forma de gobierno se contesta que es lo opuesto al autoritarismo, al totalitarismo o similares. Entre ambos –dice- no hay intermedios. Se está vivo o está muerto más o menos así. En tal sentido, El autoritarismo es considerado como la negación total de la democracia; es decir, el “opuesto apropiado” para indicar lo que no es democracia
En el largo proceso que el mundo político ha transitado, éste opuesto a la democracia varía en sus denominativos en diferentes épocas: tiranía y despotismo vienen de la Grecia antigua; la dictadura se remonta a los tiempos de Roma; el absolutismo, el pleno poder, el poder supremo está más próximo al siglo XVIII; mientras que el autoritarismo es de reciente procedencia
Junto al totalitarismo, el autoritarismo nace del fascismo y el nazismo para pervivir desde ahí como una forma de gobernar por supuesto distinta a una forma de gobierno democrático. El autoritarismo, entonces, se convierte en la peor manera de ejercer la autoridad en un gobierno. Es lo negativo, lo nefasto. La “mala autoridad” en toda su dimensión en razón a que incluye exclusivamente en su lógica al abuso, al exceso de autoridad y a la omisión deliberada de las libertades entre otros rasgos notables.
Lo precedente, de por sí nos conduce a consentir al autoritarismo como un derivado de lo que es autoridad. Sobre esa línea, el término autoridad que a través de los siglos es calificado como algo magnífico, digno de elogio y mecanismo idóneo que permite al que ostenta el poder desplegarse investido de valores y principios democráticos, al unirse con el sufijo “ismo” adquiere una otra tónica: se introduce en un laberinto de irracionalidades, de dogmatismos extremos, de arbitrariedades. Surgen de pronto, calles sin salida que transforman a quienes dirigen el Estado y a los que influyen esa dirección en sujetos insensibles enceguecidos. Así dispuestos, chocan con los muros de la incapacidad y excesos hasta obstaculizar las avenidas hacia posibles salidas cuyas llaves suponen, el análisis coherente, prudente y fuerte en empatía
Bolivia enfangada en constantes críticas situaciones políticas es un escenario tipo laberinto. Nuestras máximas autoridades les es difícil encontrar las puertas racionales de salida; normalmente, perforan y taladran coactivamente los muros de las soluciones y reflexión mutua, apelando a su poder autoritario.
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