Mucha tinta ha corrido luego de conocerse de las dos
primeras muestras de intención de voto, antes del referéndum del 21 de febrero (21F).
Aunque no ha sido registrado, los números cantan: el NO gana, la dupla Morales-García
Linera, perdió 20 puntos desde la última elección. Es decir, Bolivia los quiere
menos que en las elecciones generales de octubre de 2014, cuando obtuvieron más
de 60% de votos.
Un año y tres meses después, ya sabe Evo Morales
que el SI por su re-re-elección, bajo la careta de reforma constitucional
parcial, araña apenas un 40%, en una de
las encuestas. En otra, el NO le gana, y ambas registran cerca de 30% de indecisos, votos secretos, nulos y blancos.
La pérdida de 20 puntos es el dato más importante,
frente una nueva estafa a la democracia: llamar a referéndum cuando se trata de
un plebiscito para satisfacer el desaforado apetito de Morales-García Linera
para seguir usufructuando del poder. La aparente ‘reforma’ les permitiría quedarse
más allá del 2019, pero lo quieren ad
infinitum, aunque digan que es ‘solo por
una vez” para continuar “la obra de la revolución’. Mentiras propias
de dictadores disfrazados de demócratas. Se merecen un rotundo
NO.
Demasiado despliegue de esfuerzos y publicidad
para obviar lo inobjetable: el descenso de votos para “el caudillo
irreemplazable”, según sus movimientos sociales. O como afirma el
Canciller David Choquehuanca: hay “un solo Evo”. Y sin el menor empacho lo compara con “un solo Fidel, un solo Mandela, un solo Gandhi”. Respiro, recurro
a la diferenciación y a la contradicción para digerir la comparación, primero entre
Evo Morales y los otros personajes, y luego entre los últimos tres.
La muestra donde el NO
gana con 44% sobre 38% por el Si, estuvo
“proscrita” por el régimen con su habitual talante autoritario. Pero se
filtró e inundó periódicos digitales, redes sociales y generó agudos
comentarios. Sin embargo, los números le costaron el cargo al director de esa
empresa, según Humberto Vacaflor en “Encuestas en aprietos”.
¿Hubo presiones del oficialismo para maquillar la
encuesta donde el Si gana raspando al NO? Lo real: Morales bajó de 60% a
40% de votos.
Varios datos más: el número de encuestados que ‘esconde’ su opción ¿será porque están
convencidos de que el voto es secreto? ¿Son de verdad indecisos, o tienen miedo
de expresar su opción de voto? En el
caso de las mujeres, muchas de quienes optaron
por el blanco, nulo, secreto o están indecisas ¿será porque “interpelan al sistema y a la democracia”,
como afirma una representante del activista y contestatario grupo “Mujeres Creando”?
Leer encuestas motiva varias preguntas. ¿Quién las
encarga: los gobiernos, los políticos, los medios o las hacen las empresas por
su cuenta, para venderlas luego? Debe haber personas que dudan de ellas, como
Fernando Mires, quien cree “más en horóscopos que en encuestas.
Al menos no están sometidos a presiones e intereses que inevitablemente
influyen a las empresas encuestadoras.”
Una derrota más que simbólica
A los números y realidades pluri-multis, hay que sumar un dato que tiene histérico al
régimen: en el NO hay
ausencia de relevantes figuras de la oposición, no hay contrincantes con nombre
y apellido. Se trata de iniciativas ciudadanas, libres y sin pedir permiso, a las que no pueden satanizar y descargar
sobre ellas la artillería antiimperialista-anticapitalista. Aunque dispara
misiles a diestra y siniestra, con efecto mediático.
La credibilidad en un régimen político cerrado y sectario,
que usa la democracia del voto y la instrumentaliza para legitimarse y
legalizarse, afecta el próximo acto electoral. Al negar la independencia de
poderes, subsume a todos a su libre arbitrio, como el judicial, hoy en su más
negra hora. Se las va con el Órgano
Electoral, que carece de independencia
institucional, por eso al régimen no le importan sus resoluciones ‘de fachada’: todo el oficialismo, de arriba a abajo
“le meten nomás”, como el caudillo. Siguiendo
sus instrucciones, ese Órgano no muestra el padrón electoral y puede hacer
otomías, si el poder político se siente amenazado por el NO, como hizo el pasado año en Beni y Chuquisaca.
Quizás ahí resida la
desconfianza ciudadana para responder preguntas de encuestadoras. No
obstante, si la fotografía actual es verídica, el NO tiene posibilidades reales de ganar. Sin embargo, no se
trataría de un cambio de gobierno ni de que sus hombres se vayan al día siguiente
del 21F. La realidad es mucho más compleja:
los actuales candidatos, presidente y ‘vice’,
deben permanecer en funciones hasta las
próximas elecciones, octubre del ‘19, y transmitir
el mando en enero 2020. ¿Qué harán en esos casi 4 años? Si nos atenemos a sus
antecedentes, es probable que nada
amable.
El NO es mucho más que su disputa frente al Si. Si
ganara, sería la victoria de una
conciencia colectiva que le quiere poner límites al poder y que reclama el
Estado Democrático de Derecho. Sería una derrota más que simbólica: la
ciudadanía pudo ganarle al poder total de Morales. Si ganase el NO ¿empezaría Bolivia a vivir y convivir con el
‘postevismo? ¡Que explosivo intríngulis!
Pese a la propaganda triunfalista, la victoria del NO tiene otras aristas, pues la ciudadanía ya percibe que Bolivia no estaba “blindada” frente al
derrumbe del precio del petróleo, el
declive de China y la crisis de otras economías. Ya sabe que la pasada bonanza económica no era por obra
y gracia de Morales.
La izquierda que el oficialismo dice representar, desechó
una máxima irrebatible sobre las
condiciones materiales de existencia: “la determinante económica en última instancia”.
No les vendría mal releer a los clásicos marxistas. ¿Los habrán leído alguna
vez?
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