El domingo 13 de abril se cumplirán seis meses del fallecimiento de José María Bakovic, ciudadano que, sometido a infinidad de juicios urdidos por gente que le acompañó -y otra que no lo hizo- durante su gestión como presidente del Servicio Nacional de Caminos -cargo al que accedió de manera institucional-, no resistió el acoso -lindante con el terrorismo de Estado- al que fue sometido y dejó esta tierra sin que se le hubiera comprobado ni uno de los cargos.
Días antes de este dramático final, en su desesperación, le escribió una carta, que hoy puede considerarse un testimonio de la injusticia- al mismísimo Papa. Párrafos como “Fiscales y jueces serviles obedecieron el mandato de Morales haciéndome el primer preso político de su gobierno en marzo del 2006 y que se me detenga por segunda vez en agosto de 2007” o “Evo te dirá que mis procesos están en manos de la justicia y que él no puede hacer nada al respecto. Debo decir que no hay juez en Bolivia que se atreva a ir contra su mandato”, dan cuenta de la sañuda persecución de la que estaba siendo objeto.
Comienzo rindiendo un sentido homenaje a aquel hombre -a quien no tuve el gusto de conocer- con la seguridad de que el país lo seguirá recordando con el paso del tiempo, y continúo con dos antihomenajes, donde los haya.
Recientemente, con diferencia de unos días entre uno y otro, se extinguieron dos personajes ligados a la estructura mafiosa del régimen.
Primero ocurrió lo de un operador dentro de la tramoya del caso que pasó de Rozsa a Soza: el sujeto al que se puso en evidencia mientras entregaba un pago al “El Viejo”, considerado “testigo clave” del sainete, para que “desaparezca”. Una vez que se lo vio y escuchó, video mediante, en la comisión del hecho, el tío enmudeció -literalmente-. No se le escuchó la voz nunca más. Caído en desgracia, el régimen lo evitó como a la lepra y ni se molestó en publicar una esquela necrológica en su memoria.
Luego nos enteramos de que un vividor arrimado al régimen había muerto en su ley, en un ajuste de cuentas, en Brasil. Trásfuga profesional, había alquilado sus servicios al MAS para la aprobación de una ley -el régimen le ponía avión privado para traerlo y llevarlo cuando lo requería-. Con el aval del Jefe, creó la “Liga de Amistad Venezuela-Bolivia” y se reunió con el también finado Hugo Chávez en más de una oportunidad.
Es posible que esta sea la última vez que alguien gaste sus dedos para escribir sobre estos dos operadores del régimen.
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