Desde septiembre de 2001 hasta febrero de 2006, José María Bakovic fue Presidente Ejecutivo del Servicio Nacional de Caminos Institucionalizado (SNC), electo por más del 90% de la Cámara de Diputados y designado por el Presidente Constitucional de la República de Bolivia. La institucionalización fue parte de un Programa de Reforma Institucional, promovido por el Banco Mundial y otros organismos internacionales, con el fin de acabar con la corrupción de las ‘coimisiones’ y la injerencia político-partidista: el SNC era la vaquita de leche para gestores de tajadas, fueran rosados, anaranjados, ‘flechosos’, o cualquier ‘juntucha’.
Bakovic inició el proceso de lograr una entidad eficiente, motor efectivo de una política de Estado para vertebrar el país con carreteras. La autonomía de gestión hizo que durante su mandato se realizaran más obras que en casi medio siglo precedente, a pesar de lo difícil de lidiar con cuatro gobiernos en cuatro años. Esta notable ‘persona de la tercera edad’, eufemismo con que nos tildan a los viejos, fue condenada el 22 de enero de 2006, en el discurso de posesión de Evo Morales, sin presunción de inocencia ni debido proceso.
Poco importó su experiencia profesional en el Banco Mundial, como analista financiero y oficial principal durante 17 años, y consultor de proyectos por otros seis. Tampoco que hubiera reestructurado el sector energético en gran parte de América Latina, en naciones bálticas y en Indonesia, como principal autor de las guías que orientaron tales reformas. Aún menos valió que por años fuera gerente financiero de la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE) y asesor del Sistema de Regulación Sectorial.
Dicen que golpe que no rompe el espinazo, lo fortalece. Admiro la entereza de este varón, que con tres cuartos de siglo a cuestas aguanta más de 70 juicios desde entonces; ha sido recluido entre rejas un par de veces, y, valiente, ha seguido su lucha contra la corrupción desde la cárcel, desbaratando un par de proyectos camineros con hediondo tufillo.
Tomen un escándalo soterrado: la carretera Potosí-Tarija. Digo soterrado, porque se apela a la recurrente falta de memoria histórica del pueblo para tapujar un caso clínico de chambonada corrupta. Lo dije hace 5 años: ascendió Evo Morales y se inició una ofensiva para ‘desinstitucionalizar’ el Estado. Un éxito inédito fue el Potosí-Tarija: rebaja de precio; mejora de calidad cambiando pavimento flexible de asfalto importado a cemento rígido de producción nacional; aumento de 90 Km. de carretera en su ramal occidental.
Ya afuera Bakovic, se perdió el túnel de Alarache por falta de atención; no solucionaron a tiempo el deterioro de la carretera Puente Sacramento-Puente Arce. Mala supervisión atrasó la carretera Potosí-Tarija y la ABC, ágil pleitista y deficiente fiscal de obra, permitió que avance la mala calidad por casi cien kilómetros. ¿La solución? Tapar la ineptitud al rescindir el contrato con Queiróz Galvão, aumentando el costo de la obra en unos $100 millones de dólares por el alza de precios internacionales de construcción. Intervino Brasil, que ponía la plata, y se cambió al contratista del proyecto por la turbia OAS –sí, la del camino asesino del Tipnis- que después fue indemnizada, quizá por dejar la carretera sin acabar. ¿A qué nalga apalear? Pues a la de Bakovic.
Es brega desigual que un boliviano enfrente a oscuros intereses de corruptos. Se nota en la declaración de prensa de Bakovic, en el juicio que le siguen en la capital chapaca por la carretera Potosí-Tarija. Hizo notar temas censurados de plano, “por ejemplo, no se dejó ni siquiera mencionar el traspaso de Queiróz Galvão a OAS, como tampoco se quiso explicar el consultor internacional y qué poder tenía este consultor para representar al Estado boliviano…” En tiempos que se rasgan las vestiduras porque el Secretario de Estado Kerry aludió a la América Latina como ‘patio trasero’ de EE.UU, ¿por qué contratan un ecuatoriano de dudosos méritos y sin poder para representar al Estado? Quizá para proteger a la inepta que reemplazó a Bakovic, a condición de prestarse al acoso judicial como forma de anular personas y retornar a viejas corruptelas.
¿Qué me cuesta, si para entonces ya estaré muerto?, pero apuesto a que en el año 2050 habrá algún ocurrente ligado a los medios televisivos, que revivirá “La justa del saber” y la exclamación ¡con seguridad! en cada respuesta correcta, del recordado “Lalo” La Faye, que nada tiene que ver con la estrella televisiva de pollera, que más de uno de sus fans alardea como “la Josta”. Van dos: también apuesto a que tocarán el período actual de esta penosa Bolivia, que para entonces llamarán ‘la democracia de plazuela’; eruditos evocarán a Ortega y Gasset y su “La rebelión de las masas”: asentirán, graves como pingüinos, los que piensan que tal apellido compuesto es una marca de tintillo español.
Ya son tres. Apuesto a que hurgarán el acoso judicial, arma con la que hoy fiscales obedientes y algunos jueces serviles juntan fuerzas para servir a la politiquería del régimen populista de Evo Morales. La última víctima de esta forma de abuso físico, tortura psíquica y ruina financiera es la senadora Eva Gonzáles, que tuvo el coraje de hacer públicos ciertos indicios audiovisuales de relaciones turbias del fiscal Soza.
Serán cuatro apuestas, si persisto en augurar que a la pregunta “¿quién fue la primera víctima del acoso judicial como puñal de persecución política?”, pocos recordarán a José María Bakovic.
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