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sábado, 11 de agosto de 2012

Oscar Peña nos ofrece una conclusión diferente del discurso de Oruro. la visión de Evo debería interpretarse no tanto de algo que él desea hacer hasta el 2025, sino de "lo que debería hacer cualquier gobierno que asuma" . Morales ya ha sido reelecto, aunque cabe otra interpretación . o sea ni chicha ni limonada tema para el debate.

El discurso-informe presidencial del 6 de agosto ha traído dos elementos –el uno de fondo y el otro circunstancial– que se han convertido, sin mayor sorpresa, en materia prima de una polémica a la que se han lanzado con entusiasmo no escaso de ligereza connotados sectores de la oposición política al Gobierno de Evo Morales.
Las críticas a un plan nacional de desarrollo que demanda un plazo de ejecución hasta 2025 (largo en política, mas no en el calendario de la planificación) han llegado como barquichuelo dejado a la buena de Dios sobre aguas turbulentas. Provienen de parcelas opositoras que hasta unos días antes enrostraban al Gobierno su incapacidad para proponerle al país un camino científico y coherente, para enfrentar los requerimientos del futuro y que ahora posan una mirada alarmada y desconfiada sobre la nueva proposición. Lo que hasta hace poco era para ellos una indigente ausencia de propuestas se ha transformado en materia de suspicacia.
Los expertos saben que un plan global de desarrollo no es empresa a cumplirse en un abrir y cerrar de ojos. Tiempo y espacio adecuado le son inherentes. Dicen que emprendimientos de tal naturaleza necesitan, cuando menos, de diez años para ser llevados a la práctica de comienzo a fin y con posibilidades de rendir los frutos que de ellos se espera.
El error del Gobierno –el que motiva indirectamente el apellido electoralista que le es endilgado– es no haber definido de manera clara y categórica que se trata de un plan que puede ser llevado a su ejecución por su sucesor, sea de sus propias filas o de alguna de las que encolumnan a los que esperan ávidos y nerviosos la oportunidad de acceder al poder. El problema consiste en que todo Gobierno planifica lo que avizora mejor para el país, que no siempre –en realidad muy pocas veces y por lo común nunca–  coincide con los conceptos ideológicos de los que aspiran a sucederlo. 
Esta última es una cuestión compleja y escabrosa ya que hace relación directa con las elecciones presidenciales del próximo año. A la oposición no le cabe duda de que Evo será el candidato del MAS (ha dicho ya que en su criterio el plan para 2025 incluye con carácter implícito la relección del actual mandatario) y que sería una relección a contrapelo de la Constitución. En efecto, la CPE dice, en su art. 168, que presidente y vicepresidente pueden ser relectos por una sola vez de manera continua. Evo Morales ya ha sido relegido una vez, pero también tiene espacio la interpretación masista según la cual el mandatario puede ser relegido en 2013 porque sería su primera relección en el marco constitucional vigente desde el 7 de febrero de 2009.
Plan de desarrollo hasta 2025 y comicios presidenciales en 2013 se entremezclan inarmónicamente y se disponen –el hecho, en realidad, está ya, incipientemente, en la cartelera del debate y gana ranking sin solución de continuidad– a ser los protagonistas indiscutidos de la gran polémica del tiempo que viene. Polémica, sin duda, que apasionará a los bolivianos y pondrá en juego un ancho retazo de su futuro.

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