Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Digresiones acerca de la voz de los jumentos
Lo triste es no
que se desdigan unos y otros, sino que siquiera se hable de ello. Y me refiero
a abuso de poder, narcotráfico, corrupción, etc. No se habla de otra cosa, a
decir verdad, y ante semejante andanada habrá que conceder que de algún lado
vienen los rumores, no se producen porque sí, de la nada.
Nos consolamos en
que así ha sido e ido nuestra historia, y no mentimos. Pequeño consuelo. En
lugar de alegrarnos como cualquiera de logros científicos, deportivos,
culturales, ante la ausencia de estos nos destrozamos a dentelladas, sacando a
flote envidias, resentimientos, complejos, que resultan en exabruptos iletrados
sobre cosas sin trascendencia colectiva, como queriendo lamerse las heridas del
combate diario, personal, conyugal, y achacar el peso de vicios, fracasos,
infidelidades, cuernos, cobardías (que bien conocemos siendo una sociedad tan
chica) a otros, supuestamente en la orilla opuesta. Opositor, en Bolivia,
parece significar no solo el que no concuerda con el gobierno, sino aquel que
representa lo que alguno quiso ser y no pudo. Hoy, gracias a la bendición de
vírgenes dada la temporada, entre demás cosas, la bailanta ha convertido a analfabetos
en especialistas en heráldica, en gramáticos que no diferencian entre los
adjetivos “francés” y “afrancesado”, y eso que tienen crías que sufren de la
misma “enfermedad” de que se me acusa.
Pero, a la
democracia nos atenemos y como me dice un cronista argentino al respecto de este
tipo, los asnos tienen derecho de serlo, de opinar. En cuanto a la calidad
literaria, lo mismo; recurro al grande Isaak Babel que defendía el derecho a
escribir mal. Con semejantes antecedentes no podemos juzgar, tan solo sonreír.
A Dios gracias para ellos que habitan sociedades no excesivamente exigentes en
cuanto a calidad y capacidad, donde hasta los vagabundos itinerantes tienen la
posibilidad de sentarse detrás de un escritorio y los cobardes de atacar
impunemente. Un día cambiará, tal vez, porque el progreso es también derecho
histórico, y aunque soportemos el derecho ajeno a la imbecilidad, no tendremos
que soportarla en situaciones como la que trato.
Nada. El
horizonte no refleja amaneceres. El crepúsculo ha invadido el espacio, casi
como en una película juvenil, con marcados caracteres entre “buenos” y “malos”.
La disyuntiva se ha tornado básica, sin espacio para sofisticación, no en
sentido suntuario. Como elegir entre Uribe y Chávez, como si no hubiese otros,
únicamente extremos ávidos de eternidad.
Finalmente,
¿conversamos de política o de zoología? A veces, en determinados períodos,
estas ramas suelen juntarse y atormentar al ciudadano común desde la izquierda
y la derecha, sonidos dorados de ideología, o al menos de discurso. Qué nos
queda, observar estos seres salidos de los Caprichos de Goya. Goyescos jumentos
con toga, con anteojos, modernizados por supuesto, porque en lugar de mirar los
fuegos fatuos de siglos pasados, hoy observan aviones de la AA, American
Airlines, hacen incomprensibles parangones y confunden en su infantilismo el
alpha y el omega.
La tristeza no
implica ceguera. De eso estén seguros. Y tampoco melancolía. Estamos atentos,
alertas, y aunque preferimos no confrontar la falta de análisis en simples
protozoos, tampoco queremos dejarles creer que alcanzaron victoria con su baba
escurridiza. Vuelvo a que acá nos conocemos todos, y que los trapos sucios
reposan en la gaveta y basta estirar los brazos para ponerlos al sol.
16/08/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario