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sábado, 6 de octubre de 2012

Reflexiona Claudio sobre el discurrir nuestro tan propio, tan boliviano quizá intranscendente, sin dejar de ser irresflexivos reconociendo el derecho de opinión si acaso estamos en democracia o nuestra percepción nos impele a negarlo


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Digresiones acerca de la voz de los jumentos

Lo triste es no que se desdigan unos y otros, sino que siquiera se hable de ello. Y me refiero a abuso de poder, narcotráfico, corrupción, etc. No se habla de otra cosa, a decir verdad, y ante semejante andanada habrá que conceder que de algún lado vienen los rumores, no se producen porque sí, de la nada.

Nos consolamos en que así ha sido e ido nuestra historia, y no mentimos. Pequeño consuelo. En lugar de alegrarnos como cualquiera de logros científicos, deportivos, culturales, ante la ausencia de estos nos destrozamos a dentelladas, sacando a flote envidias, resentimientos, complejos, que resultan en exabruptos iletrados sobre cosas sin trascendencia colectiva, como queriendo lamerse las heridas del combate diario, personal, conyugal, y achacar el peso de vicios, fracasos, infidelidades, cuernos, cobardías (que bien conocemos siendo una sociedad tan chica) a otros, supuestamente en la orilla opuesta. Opositor, en Bolivia, parece significar no solo el que no concuerda con el gobierno, sino aquel que representa lo que alguno quiso ser y no pudo. Hoy, gracias a la bendición de vírgenes dada la temporada, entre demás cosas, la bailanta ha convertido a analfabetos en especialistas en heráldica, en gramáticos que no diferencian entre los adjetivos “francés” y “afrancesado”, y eso que tienen crías que sufren de la misma “enfermedad” de que se me acusa.

Pero, a la democracia nos atenemos y como me dice un cronista argentino al respecto de este tipo, los asnos tienen derecho de serlo, de opinar. En cuanto a la calidad literaria, lo mismo; recurro al grande Isaak Babel que defendía el derecho a escribir mal. Con semejantes antecedentes no podemos juzgar, tan solo sonreír. A Dios gracias para ellos que habitan sociedades no excesivamente exigentes en cuanto a calidad y capacidad, donde hasta los vagabundos itinerantes tienen la posibilidad de sentarse detrás de un escritorio y los cobardes de atacar impunemente. Un día cambiará, tal vez, porque el progreso es también derecho histórico, y aunque soportemos el derecho ajeno a la imbecilidad, no tendremos que soportarla en situaciones como la que trato.

Nada. El horizonte no refleja amaneceres. El crepúsculo ha invadido el espacio, casi como en una película juvenil, con marcados caracteres entre “buenos” y “malos”. La disyuntiva se ha tornado básica, sin espacio para sofisticación, no en sentido suntuario. Como elegir entre Uribe y Chávez, como si no hubiese otros, únicamente extremos ávidos de eternidad.

Finalmente, ¿conversamos de política o de zoología? A veces, en determinados períodos, estas ramas suelen juntarse y atormentar al ciudadano común desde la izquierda y la derecha, sonidos dorados de ideología, o al menos de discurso. Qué nos queda, observar estos seres salidos de los Caprichos de Goya. Goyescos jumentos con toga, con anteojos, modernizados por supuesto, porque en lugar de mirar los fuegos fatuos de siglos pasados, hoy observan aviones de la AA, American Airlines, hacen incomprensibles parangones y confunden en su infantilismo el alpha y el omega.

La tristeza no implica ceguera. De eso estén seguros. Y tampoco melancolía. Estamos atentos, alertas, y aunque preferimos no confrontar la falta de análisis en simples protozoos, tampoco queremos dejarles creer que alcanzaron victoria con su baba escurridiza. Vuelvo a que acá nos conocemos todos, y que los trapos sucios reposan en la gaveta y basta estirar los brazos para ponerlos al sol.
16/08/12


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