Desborda de alegría Chile con la derrota de la derecha en las elecciones. Justo un día después de que un escritor amigo chileno me comentaba que allí, en su país y para la izquierda, Evo Morales era una “estrella de rock”.
Nadie puede abarcar conocimiento y sabiduría de todas las regiones del mundo. Ni Heródoto ni Plinio que ya es mucho decir. Por tanto, el conocimiento se guía a partir de pautas generales, del discurso más que de la acción que usualmente tiene influencia local. Creo sin duda justificada la alegría del país vecino mirando el atroz antecedente de la dictadura. Razones habrá para que quizá los mismos que votaron por Piñera se volcasen ayer en su contra. Sucede en España y tal vez en los Estados Unidos donde la permanencia de Obama está amenazada por una retórica con escaso asidero real pero que tranquiliza el ansia de mitad de la población.
Morales tiene prestigio de sobra en la Argentina, donde universidades famosas lo han honrado con títulos. Volvemos a las impresiones generales. Alguien que defiende soberanía, pueblos indígenas, dignidad popular, etcétera tiene que ser atractivo para académicos demasiado ocupados en averiguar si tales características reflejan la verdad. Muchas veces otorgar distinciones así sirven para dorar una pose de progresismo y liberalidad. El pretexto suele ser cualquiera, uno que avale con otra pose la de los propios premiadores. Política. Asco.
Lo mismo con la supuesta inteligencia del segundo del régimen, que no supera un mínimo proceso de observación de la forma en que maneja el discurso: rituales aprendidos de memoria, injertos hábilmente colocados para que parezcan originales. No, no estamos ante un Lenin y menos se hará historia del pensamiento marxista con el individuo en cuestión. El relajamiento de los cánones hace que el plomo parezca oro. Aumentado por la necesidad de los regímenes embusteros de inventar a rajatabla una endeble base ideológica. Es Bolivia, y América Latina, en donde la inmensa cantidad de cuerpos sacrificados no justifica la aberración de la nueva aristocracia, las castas intocables (al revés de India), dinastías y feudos que aspiran a eternidad. Eduardo Galeano, a quien respeto y he leído con fervor, está senil al defender algo que es solo ilusión de mente afiebrada. Ni el chavismo ni Evo, ni el cura paraguayo o Cristina acercan un ápice a la revolución social, como no lo hiciera tampoco Perón.
Insufribles personajes como Amado Boudou sonríen afables y juveniles sin motivo aparente. Cómo no sonreír luego de haberse embolsillado la cantidad de dólares de la que se habla. Viste jeans y franelea con su novia para darse trazas de hombre común. Así lo hacen todos. Ni hablar de la Kirchner y su novelón de viuda.
Nadie puede abarcar conocimiento y sabiduría de todas las regiones del mundo. Ni Heródoto ni Plinio que ya es mucho decir. Por tanto, el conocimiento se guía a partir de pautas generales, del discurso más que de la acción que usualmente tiene influencia local. Creo sin duda justificada la alegría del país vecino mirando el atroz antecedente de la dictadura. Razones habrá para que quizá los mismos que votaron por Piñera se volcasen ayer en su contra. Sucede en España y tal vez en los Estados Unidos donde la permanencia de Obama está amenazada por una retórica con escaso asidero real pero que tranquiliza el ansia de mitad de la población.
Morales tiene prestigio de sobra en la Argentina, donde universidades famosas lo han honrado con títulos. Volvemos a las impresiones generales. Alguien que defiende soberanía, pueblos indígenas, dignidad popular, etcétera tiene que ser atractivo para académicos demasiado ocupados en averiguar si tales características reflejan la verdad. Muchas veces otorgar distinciones así sirven para dorar una pose de progresismo y liberalidad. El pretexto suele ser cualquiera, uno que avale con otra pose la de los propios premiadores. Política. Asco.
Lo mismo con la supuesta inteligencia del segundo del régimen, que no supera un mínimo proceso de observación de la forma en que maneja el discurso: rituales aprendidos de memoria, injertos hábilmente colocados para que parezcan originales. No, no estamos ante un Lenin y menos se hará historia del pensamiento marxista con el individuo en cuestión. El relajamiento de los cánones hace que el plomo parezca oro. Aumentado por la necesidad de los regímenes embusteros de inventar a rajatabla una endeble base ideológica. Es Bolivia, y América Latina, en donde la inmensa cantidad de cuerpos sacrificados no justifica la aberración de la nueva aristocracia, las castas intocables (al revés de India), dinastías y feudos que aspiran a eternidad. Eduardo Galeano, a quien respeto y he leído con fervor, está senil al defender algo que es solo ilusión de mente afiebrada. Ni el chavismo ni Evo, ni el cura paraguayo o Cristina acercan un ápice a la revolución social, como no lo hiciera tampoco Perón.
Insufribles personajes como Amado Boudou sonríen afables y juveniles sin motivo aparente. Cómo no sonreír luego de haberse embolsillado la cantidad de dólares de la que se habla. Viste jeans y franelea con su novia para darse trazas de hombre común. Así lo hacen todos. Ni hablar de la Kirchner y su novelón de viuda.
Produce cansancio todo esto. Lo inconcebible de que una persona de mediana inteligencia en un alto cargo declare que anota con papel y lápiz nombres de los que insultan al curaca. Entendería mejor si alguien ocupara su largo tiempo disponible en sitios triple X que para todo gusto hay.
Ojalá que Chile haya optado por una vía de desarrollo y libertad. Sus circunstancias y perfil difieren de los bolivianos. Cuando se sepa, en un futuro, el tenebroso secreto del saqueo de Bolivia, perderá su brillo la estrella de rock que nos gobierna.
Preparo un café. Miro en tevé noticias del huracán. Pienso en mi amigo Roberto que visita por primera vez el hermoso Distrito de Columbia y que se encuentra con el fenómeno. Me distraigo. Cansa, cansa observar al energúmeno de Venezuela. Cansa saber que los de arriba manejan al pueblo de Bolivia igual a un hato de imbéciles. Cansa opinar.
Ojalá que Chile haya optado por una vía de desarrollo y libertad. Sus circunstancias y perfil difieren de los bolivianos. Cuando se sepa, en un futuro, el tenebroso secreto del saqueo de Bolivia, perderá su brillo la estrella de rock que nos gobierna.
Preparo un café. Miro en tevé noticias del huracán. Pienso en mi amigo Roberto que visita por primera vez el hermoso Distrito de Columbia y que se encuentra con el fenómeno. Me distraigo. Cansa, cansa observar al energúmeno de Venezuela. Cansa saber que los de arriba manejan al pueblo de Bolivia igual a un hato de imbéciles. Cansa opinar.
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