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sábado, 3 de agosto de 2013

Cada línea que escribe Manfredo Kempff revela una verdad. Es que el odio sembrado por Evo y el MAS, en una acción fratricida y criminal está calando hondo y Dios nos libre de sus consecuencias.

Algún revolucionario, en algún lugar del mundo, no recuerdo cuál ni dónde, decía que para triunfar en la revolución había que enseñar a odiar al adversario; que no había victoria si el pueblo no odiaba intensamente a su opresor; que así habían surgido los grandes acontecimientos libertarios a través de la historia.
Cierto o falso o producto de mi imaginación, si en Bolivia está sucediendo algo con esto del cambio, con la “revolución en democracia”, es que se está alentando el odio de las masas, ya no sólo un odio de clases sino racial que es aún peor. Si algo eterno puede quedar en nuestro país luego del “tsunami” masista, será la cultura del odio que se inculca a la población más desposeída. Tal vez sea lo único que perdure de todo este menjunje.
Aquí existe como en otras partes del mundo, gente que disfruta de bienestar y gente pobre. Y los políticos de la izquierda internacional están desde hace décadas, mucho más de un siglo, haciendo notar las injusticias, las diferencias económicas y sociales, alentando a que la población luche por zafarse de las desigualdades, de la falta de oportunidades y de la exclusión. Ese no es invento del MAS, no es nada nuevo en nuestra política. Los resultados de esos experimentos han sido pobres en todo el planeta, para decirlo con benevolencia.
Lo que sí es nuevo y lamentable es la manera como se está estimulando el odio a ultranza en Bolivia. No existen intervenciones de gobernantes, de miembros del Partido, de gente sin la menor instrucción ni visión del mundo, que no aliente el odio. La propaganda estatal – televisión, prensa, radio – no hace otra cosa que llamar al encono, a solucionarlo todo a través de la violencia. El verbo soez, la intención torpe, llama en estos tiempos al enfrentamiento.
Hay una fobia contra el mundo, lamentablemente. Desde el masista menos comprometido, desde el que ignora olímpicamente la política, echa denuestos y amenazas contra el imperialismo, el capitalismo, el colonialismo, la derecha, el fascismo, sin saber, ni por el forro, lo que significan. Han proliferado una cantidad de soviets en todo el territorio nacional, guiados por caudillejos, que, como bumerán, acabarán derribando a este régimen que se cree invulnerable y guía hemisférico.
Bolivia está contra el mundo. Los aimaras contra el resto de la civilización. Sucede que el enemigo a batir ya no es el gamonal interno – oligarca, terrateniente, aristócrata – sino el gringo. Y no es el gringo norteamericano solamente, sino, ahora, gringos son los franceses, italianos, portugueses, y – ¡cuándo no! – los españoles. Igualmente odiados son los criollos de ascendencia española extendidos por todo nuestro país. Los cruceños, desde luego, los que más.
Si S.E. y sus corifeos que todo lo repiten, se pasan la vida hablando en contra de los norteamericanos, y, contra quienes, dizque, conspiraron para acabar secuestrando en Viena a S.E., ¿cómo no van a influir en mentes alejadas de la realidad que lo único que desean es cobrar lo que les prometieron por sus votos? Si en cada discurso que se despacha S.E. no hace sino quejarse de los desprecios que sufrió siendo niño, de las torturas y prisiones que dice padeció en manos de los neoliberales, ¿cómo no va a provocar ira hacia los que acusa de ser los enemigos internos? Si el Vicepresidente, a quien se tenía por persona cabal, si los parlamentarios, si los mandamases del Partido, no hacen sino azuzar a las masas contra la llamada oligarquía, ¿cómo no van a generar resentimiento?
Los soviets creados en Santa Cruz por el MAS han alcanzado extremos de violencia peligrosos. Aparecen como hongos. Son los masistas que llegan por camionadas, sin oficio conocido, en busca de arrebatar tierras útiles como pago por sus leales servicios al Partido. No tienen nada que ver con los cientos de miles de compatriotas emprendedores y honrados que han montado negocios, comercio, han creado familia, cultivado el suelo, y que defienden y aman a Santa Cruz porque son parte de ella.
Mientras internamente se provoca bochorno y vuelven descabelladas amenazas de cercar la capital cruceña, en el ámbito externo Bolivia, haciendo honor a las elucubraciones del Vicepresidente sobre buscar un “mundo sin capitalismo” y de hallar “la unidad de los pobres del mundo”, mandatarios inteligentes y patriotas como los de México, Colombia, Chile y Perú, avanzan decididos en la formidable Alianza del Pacífico. Las cuatro naciones buscan dejar de lado la pobreza, no están en pugna con EE.UU ni con Europa, y, por el contrario, se asocian para encontrar un mejor destino de bienestar comerciando también con el Asia. Bolivia divaga, maldiciendo a los gringos, estimulando el odio hasta en sus relaciones exteriores, sumergida en la incierta entelequia del ALBA. Como muestra, un botón: México, Colombia, Chile y Perú, se insertan en el Pacífico costero de la próspera China y su rico entorno; Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela se entrampan en el Caribe costero de la paupérrima Cuba.
Nada bueno se hace estimulando el odio ni contra personas ni contra naciones. Peor hacerlo contra los propios compatriotas, por un asunto de cultura, idioma, religión, o color de piel. La cultura del odio no conduce a nada que no sea la destrucción de una sociedad.

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