el pueblo boliviano se confiesa
todos orgullos de su Patria Bolivia. Carlos Mesa
La malhadada pregunta del censo de 2001 sobre la autoidentificación de los bolivianos, nos condujo a todos a hacer una lectura incorrecta de nuestra realidad y fue, en buena medida, el apoyo para forjar las bases conceptuales de la nueva Constitución que rebautizó al país como Estado Plurinacional.
La malhadada pregunta del censo de 2001 sobre la autoidentificación de los bolivianos, nos condujo a todos a hacer una lectura incorrecta de nuestra realidad y fue, en buena medida, el apoyo para forjar las bases conceptuales de la nueva Constitución que rebautizó al país como Estado Plurinacional.
Fue una jugada maestra porque abonó el terreno para una afirmación fundamental. Tras el resultado (el 62 por ciento de los consultados dijo pertenecer a algún grupo indígena), se desplegó la bandera. La gran mayoría de los bolivianos son indígenas, Bolivia es un país de matriz indígena. Se había plantado la semilla de la plurinacionalidad.
¿Por qué se había llegado a ese resultado? Porque la pregunta estuvo mal formulada. Establecía sólo cinco categorías indígenas: quechuas, aimaras, guaranís, chiquitanos, mojeños y otros nativos. La sexta opción era: Ninguno. El ninguneo fue el corazón de la distorsión. Buena parte de quienes hubiesen escogido sin dudar mestizo, por ejemplo, u otro, se adscribieron a las opciones que los afirmaban no aquella que los negaba.
Irónicamente, los redactores de la pregunta 29 del último censo dieron en el clavo. El primer criterio fue reconocernos a todos como bolivianos y bolivianas. El segundo, sobre esa premisa básica, fue la pregunta en sí: ¿Pertenece a alguna nación o pueblo indígena originario campesino o afroboliviano? Había tres opciones de respuesta. La primera: Sí pertenezco (se incluyó la lista de las 36 “naciones” reconocidas por la CPE). La segunda: No pertenezco. La tercera: No soy boliviano o boliviana. El mérito de esta formulación, hay que insistir en ello, está en que todos los bolivianos fuimos reconocidos como tales (que dados los antecedentes analizados no es cosa menor). Se eliminó además el “ninguno” que era una afrenta a más de la mitad del país.
El resultado ha sido, como era lógico esperar, mucho más ajustado a la realidad. El 58 por ciento de los bolivianos respondimos que no pertenecemos a ninguna “nación” o pueblo indígena originario campesino o afroboliviano. El 40,5 por ciento dijo pertenecer a alguna de esas categorías.
Cuando la pregunta se formula bien, reconociendo la pertenencia fundamental, el ser boliviano, la respuesta invierte los porcentajes como si se tratara de un positivo y un negativo. Si en 2001 el 62 por ciento se identificaba como indígena, hoy el 58 por ciento dice no serlo. Si en 2001, el 37 por ciento puso, porque no tenía otra opción, ninguno, hoy el 40 por ciento se reconoce como indígena.
La conclusión evidente es que Bolivia no es un país mayoritariamente indígena, pero es sin duda un país con una muy importante presencia indígena (la primera o segunda de América Latina, junto a Guatemala).
Por primera vez en nuestra historia contamos además con la afirmación de pertenencia específica a 37 pueblos indígenas y el resultado es preocupante.
¿Por qué? Porque 15 de los 37 pueblos, es decir, el 40,5 por ciento del total, tienen menos de 1.000 miembros cada uno. Diez de esos 15 tienen menos de 500 miembros, y tres de esos 15 tienen menos de 100 miembros.
En el otro extremo, quechuas y aimaras sumados representan el 88 por ciento del total de los indígenas del país.
Uno de los pueblos citados por la CPE no existe ya, los toromonas. Los tapietes, guarasu’wes y machineris están al borde de la desaparición definitiva. Sirionós, yuracarés, yukis, pacawaras, morés y uru-muratos corren serio riesgo de perecer.
¿De qué naciones hablamos entonces? ¿De qué Estado Plurinacional? Un Estado en el que casi el 60 por ciento de sus habitantes sólo reconocen una pertenencia, una patria, un país, Bolivia y la idea de ser bolivianos. Un Estado en el que dos pueblos son la casi totalidad de los indígenas de su territorio y que marcan la ideología hegemónica dominante del discurso indigenista estatal. Un Estado en el que el 40 por ciento de los pueblos indígenas corren serio riesgo de perecer física o culturalmente. Un Estado que ha adoptado el concepto más colonialista de todos, la invención del Estado-Nación, el nacionalismo como idea matriz, por muy pluri que esa idea intente ser.
Mientras el censo hecho por los “neoliberales” consagró la ficción de la mayoría indígena, el censo de los “plurinacionales” reveló la verdad de la mayoría no indígena y el drama de pueblos –no naciones- que están agonizando sin que se haga absolutamente nada desde el Estado que los proclama retóricamente para salvarlos, respetarlos y garantizar su futuro, que sin duda enriquece al país en su conjunto.
La verdadera descolonización pasa por pelear por el otro. Un otro que está muriendo delante nuestro.
El autor fue Presidente de la República
http://carlosdmesa.com/
Twitter: @carlosdmesag
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