Y es verdad que debemos aprovechar cualquier ocasión de decirle cosas al mundo, sobre todo si el evento se presta para decir verdades, para romper esquemas, para aparecer como un país que no se limita a repetir hipocresías ni recetas internacionales y que tiene algo diferente que decir.
Está bien, además tenemos experiencia positiva y varias veces nos hemos sentido satisfechos de ser bolivianos al escuchar a nuestro Presidente en plan heterodoxo...
Hasta ahí, de acuerdo, preparémonos para el G77, a ver si hacemos un buen papel, pero con tres condiciones:
La primera, que no nos hagamos ilusiones. Nadie nos va a hacer caso. No olvidemos que ese organismo nació hace medio siglo cuando era importante ocupar un espacio intermedio entre los dos polos de poder mundial que eran Estados Unidos y la URSS, bipolaridad que hoy no existe.
En cambio, sigue existiendo el horizonte detrás del cual nació el G77, que era nada menos que el horizonte del desarrollo (en el sentido más desarrollista de la palabra, el que nos metió el presidente Truman, haciéndonos creer que los países subdesarrollados podrían llegar a desarrollarse igual que los desarrollados si aprenden a funcionar como ellos…).
Por tanto, de esa gente no hay nada que esperar. Se ríen del Vivir Bien, se ríen del socialismo más o menos comunitario, se ríen de la Madre Tierra -quién será esa señora- se ríen de la inclusión y de la participación y de los derechos sexuales y reproductivos, y hasta del teleférico; se ríen de todo, menos de la acumulación de capital (a cualquier costo).
Y la adición de China no pone mejor las cosas, sino que las empeora, dado que China está viviendo con furor un periodo de acumulación capitalista -que incluye la peor explotación infantil y la peor destrucción de la naturaleza-, lo que no le permite pensar en nada más.
La segunda es que no nos gastemos la plata en costear viajes y viáticos de las delegaciones que vienen -como ha informado nuestro canciller-, ya que, por una parte, esos países tienen más plata que nosotros y, por otra parte, nosotros necesitamos esa plata para la atención de salud de nuestra niñez y para crear empleo, para promover la industria y la agricultura (la sana y alimenticia, no la transgénica que se hace a costa de nuestra soberanía alimentaria).
No se justifica que aparezcamos como los generosos del barrio, ni que luzcamos de botarates (además no vale la pena). Es suficiente que gastemos lo que inevitablemente nos toca en calidad de anfitriones.
La tercera (y más delicada) es que nuestros delegados vayan a ese encuentro con la clara conciencia de que tenemos cola de paja. Que si hablan de Vivir Bien sepan que eso en Bolivia casi nadie se lo cree, ya que aquí andamos todos disparados en la búsqueda de ganancias particulares a costa de lo que sea, y eso se nota (y los chinos son los primeros en notarlo, cuando reciben a nuestros visitantes que, a título de intercambio cultural, lo que buscan es el mejor negocio comercial).
Si hablan de los derechos de la Madre Tierra, cualquier pinche delegado, de cualquier país, les puede echar en cara nuestra recién aprobada Ley de Minería, que más bien prepara las condiciones para la defunción de la Madre Tierra y que parece elaborada por las transnacionales de la minería (ya hubiera querido Don Simón Patiño una ley como ésta).
Y si hablan de Estado Plurinacional y temas similares, sepan que desde la Cumbre Paralela de la CIDOB pueden salir peligrosos desmentidos…
Está bien, vayamos con ganas al G77 (¡más China!), pero vayamos en plan realista, austero y autocrítico. Así puede tener sentido.
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
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