El presidente se lamenta. En Bolivia no existen medios de comunicación independientes. Toda la prensa está alineada en la oposición a su Gobierno y responde a malvados intereses. Menos mal que él y su administración tienen un corazón grande que les permite comprender y respetar esa lamentable e injusta actitud.
El presidente no constata simplemente una realidad. No. Es una dolorosa comprobación que ha hecho y ahora confiesa su dolor. Es un lamento. Toda opinión diferente a la suya la siente como un despiadado rechazo personal a él. Toda crítica a su gestión, a sus medidas, a su equipo, no es más que prejuicio irracional. Quizás sea discriminación escondida. Menos mal que su corazón grande y generoso no incuba venganza contra los miles de periodistas y entrevistados que escriben por encargo, que opinan por encargo, que viven por encargo y siempre contra él y contra el país.
Es curiosa la reacción. El presidente, en toda su empecinada seguridad se siente víctima siempre que flota en el ambiente alguna crítica. Cuando hizo o dijo lo que no debía hacer o decir, cuando su Gobierno adoptó la medida equivocada, era que no lo entendían. Es que no lo comprenden. Es que no lo quieren. Es que tenebrosos poderes ocultos gestan oscuras confabulaciones injustas contra él.
Cuándo descubrirá este señor que él no es enviado de Dios, que no es él el parámetro de la verdad ni de la corrección. Cuándo se dará cuenta de que varios miles no estamos ni a favor ni en contra de Evo. Simplemente soñamos con un país en el que todos tengamos los mismos derechos y se nos tenga el mismo respeto, en un país en el que se reparta por igual a todos lo que más nos diferencia, que es la educación.
Soñamos con un país que cultiva y valora a su gente, administra justicia por igual, tiene leyes necesarias, inteligentes y equitativas. Queremos un país que tiene un proyecto limpio en el horizonte y camina hacia él. Mientras el presidente y su Gobierno ofrezcan y hagan todo lo contrario, tenemos la obligación de gritar a los cuatro vientos nuestra decepción.
Cuándo se dará cuenta de que estamos hartos de que nos crean tontos y de que nos quieran meter los dedos a la boca. Cuándo descubrirá que la única manera de superar sus limitaciones no es callar las críticas, sino superar el más grave de todos sus defectos, que es su incapacidad para oírlas y para aceptarlas. Muchos somos independientes y, precisamente porque lo somos, es que somos críticos. No al revés.
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