AHORA, LA SORDIDEZ
INSTITUCIONALIZADA
Sobre qué se podía escribir si ya no
quedaban por argumentar más razones por las que bajo ningún concepto, la
ciudadanía boliviana debía aceptar esa reforma a la CPE que habilite al binomio
gobernante a un cuarto período para continuar administrando el país. Los
fundamentos para promover el NO, ya habían
sido amplios, sólidos y reiterativamente expuestos. Se ha argumentando superabundantemente sobre
la importancia para la democracia de la alternancia y otras consideraciones
irrebatibles.
Se ha sobreexplotado una imagen de un Evo Morales benevolente, generoso,
eficiente, correcto, paladín de la lucha contra la corrupción y ajeno a los
malos manejos de algunos de sus conmilitones. Los bolivianos que veníamos
hablando hace mucho sobre la desinstitucionalización, el sometimiento de todos los poderes ante el ejecutivo, las pocas
libertades ciudadanas, la discrecionalidad
con la que se manejan las políticas públicas, nos veíamos subestimados por la
lógica instalada que hemos sido beneficiados con un irremplazable e
imprescindible Evo Morales, ese mecenas nunca
antes visto y a quien se le debe, todo.
Parecía que lo más sombrío que tanto gobernantes como ciudadanía enfrentarían
de cara al referendo, era la descubierta corrupción en el Fondo Indígena -lo
que no es poco-, como un claro indicio que los que se oponen a la gestión de
Morales, tenían bases firmes para sus argumentos. Pero el uso de los bienes del
Estado, los decretos imperiales, los bozales que imponen a la libertad de
expresión, los múltiples secretos que rodean a todo lo que tiene que ver con el
país de todos, se congelan súbitamente ante la denuncia, documentada, de uso de
influencias sobre millonarios contratos que denuncia el periodista Carlos
Valverde Bravo a quien Quintana, el más desequilibrado de los operadores del
gobierno, sólo le faltó desearle fiel a su estilo que "se cave su tumba muy
profundamente para que no surja nunca más, descanse en paz y conviva con los
gusanos".
Como es costumbre, el desborde autoritario hizo salir de sus madrigueras de
campaña -insultando y amenazando-a los más connotados masistas con una sola
consigna: descalificar las denuncias y
acallar las preguntas que exigen verdades comprobables. Y se arma el sui géneris
carnaval que casi todos los bolivianos han vivido. Asombro, indignación y estupor son algunas de las
reacciones de quienes observan atónitos cómo es que hacen primeros sus
seguidores, y luego el mismísimo presidente, para liberarse de ese pesadísimo
fardo, el más pesado hasta hoy, que les dé un escape a la trampa que ellos mismos fabricaron. En
algún lado han oído que no hay mejor defensa que el ataque. Pero eso es pudiendo.
En esas primeras horas, las dos primeras voces desmedidas son las de Juan
Ramón Quintana y Remy Ferreira, que establecen más allá de sus gestos
amenazantes y sus poses de ofendidos en su reputación, que hay mucho más oculto
bajo la alfombra. Fueron tan desmesurados y faltos de lógica e inteligencia,
que lograron exactamente el efecto contrario. Valverde descubrió el panal, los
que alborotaron el avispero fueron ellos. Cuando finalmente Evo Morales se ve
obligado a salir con aclaraciones imposibilitado de ocultar lo evidente, lo
hace demoliendo la poca credibilidad que le quedaba ante la opinión pública.
Hay marcadas contradicciones en el carácter del presidente. En una de sus
arengas de campaña, se dirigió al sensible pueblo, en sentido que él quería
saber si lo quieren o no lo quieren. Ese
rasgo de humanización de su imagen, se
va al barranco de la peor manera posible. A tiempo de admitir la paternidad de un niño 9
años atrás, lamenta su prematura muerte. Ello significaría desde su óptica, un rompimiento
del vínculo que lo unió a la cuestionada mujer, objeto de la denuncia de uso
indebido de influencias. Es, -por decir lo menos- insólito que estando ansioso
por saber si el pueblo lo quiere o no referendo de por medio, no haga les partícipe
de su dolorosa pérdida a fin de darle a la gente la oportunidad de expresarle
su afecto y solidaridad.
Negó haber tenido contacto alguno con la mujer en cuestión desde 2007, hasta que obligado por las circunstancias,
admite como genuina una foto juntos de 2015, aunque remata la cuestión
argumentando desaprensivamente, que no
la reconoció. El que explica, se complica. Y miente.
En el fondo, a nadie le importa los devaneos y las dotes amatorias de un
ciudadano, -circunstancialmente presidente-, en tanto y cuanto no interfiera con su desempeño y su
responsabilidad con la función pública. Su mandato ha sido otorgado por el
pueblo mediante el voto confiriéndole el poder que representa. El libertinaje de ese poder, es lo que hace
de esta una situación sórdida y desenmascara la valía moral y ética de Evo
Morales. Los bolivianos no podemos admitir esta manipulación constante y su
descrédito, nada tiene que ver con esa patética muletilla a la que recurren
todos, calificando de guerra sucia la
intervención de la oposición. Es claro que no son justamente ellos los
indicados para establecer quienes mienten y menos quienes puedan decretar la limpieza
o suciedad de nada.
Karen Arauz
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