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miércoles, 10 de febrero de 2016

sincero. desapasionado. patriótico el testimonio de Karen Arauz en su "Sordidez Institucionalizada" cuando se refiere al escándalo, diríamos mejor al episodio trágico que está viviendo Bolivia a causa de las mentiras del Jefe de Estado y su intento de continuar con el engaño ante la ciudadanía.



AHORA, LA SORDIDEZ INSTITUCIONALIZADA


Sobre qué se podía escribir si  ya no quedaban por argumentar más razones por las que bajo ningún concepto, la ciudadanía boliviana debía aceptar esa reforma a la CPE que habilite al binomio gobernante a un cuarto período para continuar administrando el país. Los fundamentos para promover  el NO, ya habían sido amplios, sólidos y reiterativamente expuestos.  Se ha argumentando superabundantemente sobre la importancia para la democracia de la alternancia y otras consideraciones irrebatibles.
Se ha sobreexplotado una imagen de un Evo Morales benevolente, generoso, eficiente, correcto, paladín de la lucha contra la corrupción y ajeno a los malos manejos de algunos de sus conmilitones. Los bolivianos que veníamos hablando hace mucho sobre la desinstitucionalización, el sometimiento de  todos los poderes ante el ejecutivo, las pocas libertades ciudadanas,  la discrecionalidad con la que se manejan las políticas públicas, nos veíamos subestimados por la lógica instalada que hemos sido beneficiados con un irremplazable e imprescindible Evo Morales, ese  mecenas nunca antes visto y a quien se le debe, todo.
Parecía que lo más sombrío que tanto gobernantes como ciudadanía enfrentarían de cara al referendo, era la descubierta corrupción en el Fondo Indígena -lo que no es poco-, como un claro indicio que los que se oponen a la gestión de Morales, tenían bases firmes para sus argumentos. Pero el uso de los bienes del Estado, los decretos imperiales, los bozales que imponen a la libertad de expresión, los múltiples secretos que rodean a todo lo que tiene que ver con el país de todos, se congelan súbitamente ante la denuncia, documentada, de uso de influencias sobre millonarios contratos que denuncia el periodista Carlos Valverde Bravo a quien Quintana, el más desequilibrado de los operadores del gobierno, sólo le faltó desearle fiel a su estilo que "se cave su tumba muy profundamente para que no surja nunca más, descanse en paz y conviva con los gusanos".
Como es costumbre, el desborde autoritario hizo salir de sus madrigueras de campaña -insultando y amenazando-a los más connotados masistas con una sola consigna:  descalificar las denuncias y acallar las preguntas que exigen verdades comprobables. Y se arma el sui géneris carnaval que casi todos los bolivianos han vivido. Asombro,  indignación y estupor son algunas de las reacciones de quienes observan atónitos cómo es que hacen primeros sus seguidores, y luego el mismísimo presidente, para liberarse de ese pesadísimo fardo, el más pesado hasta hoy, que les dé un escape  a la trampa que ellos mismos fabricaron. En algún lado han oído que no hay mejor defensa que el ataque. Pero eso  es pudiendo.
En esas primeras horas, las dos primeras voces desmedidas son las de Juan Ramón Quintana y Remy Ferreira, que establecen más allá de sus gestos amenazantes y sus poses de ofendidos en su reputación, que hay mucho más oculto bajo la alfombra. Fueron tan desmesurados y faltos de lógica e inteligencia, que lograron exactamente el efecto contrario. Valverde descubrió el panal, los que alborotaron el avispero fueron ellos. Cuando finalmente Evo Morales se ve obligado a salir con aclaraciones imposibilitado de ocultar lo evidente, lo hace demoliendo la poca credibilidad que le quedaba ante la opinión pública.
Hay marcadas contradicciones en el carácter del presidente. En una de sus arengas de campaña, se dirigió al sensible pueblo, en sentido que él quería saber si lo quieren o no lo quieren.  Ese rasgo de humanización de su imagen,  se va al barranco de la peor manera posible.  A tiempo de admitir la paternidad de un niño 9 años atrás, lamenta su prematura muerte. Ello significaría desde su óptica, un rompimiento del vínculo que lo unió a la cuestionada mujer, objeto de la denuncia de uso indebido de influencias. Es, -por decir lo menos- insólito que estando ansioso por saber si el pueblo lo quiere o no referendo de por medio, no haga les partícipe de su dolorosa pérdida a fin de darle a la gente la oportunidad de expresarle su afecto y solidaridad.
Negó haber tenido contacto alguno con la mujer en cuestión desde 2007,  hasta que obligado por las circunstancias, admite como genuina una foto juntos de 2015, aunque remata la cuestión argumentando desaprensivamente,  que no la reconoció. El que explica, se complica. Y miente.
En el fondo, a nadie le importa los devaneos y las dotes amatorias de un ciudadano, -circunstancialmente presidente-, en tanto y cuanto  no interfiera con su desempeño y su responsabilidad con la función pública. Su mandato ha sido otorgado por el pueblo mediante el voto   confiriéndole el poder que representa.  El libertinaje de ese poder, es lo que hace de esta una situación sórdida y desenmascara la valía moral y ética de Evo Morales. Los bolivianos no podemos admitir esta manipulación constante y su descrédito, nada tiene que ver con esa patética muletilla a la que recurren todos,  calificando de guerra sucia la intervención de la oposición. Es claro que no son justamente ellos los indicados para establecer quienes mienten y menos quienes puedan decretar la limpieza o suciedad de nada.


Karen Arauz

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