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sábado, 7 de julio de 2012

tres imágenes destaca WE del último tiempo. la destrucción de una whipala por policías, la no inclusión del término "mestizo" del censo próximo y la cada vez menor audiencia cuando Evo grita "lobo, lobo que viene el lobo" Tipnis, Autogolpes y culebrones


Parecía escapismo que la semana pasada traté de indicadores sociales horrorosos en este país de fábula. Pero no dejé de mirar, aunque fuera de soslayo, la crisis política precipitada por la confluencia del motín policial y la llegada de marchistas del Tipnis a la sede de gobierno. Me acordé de Wellington, quien rogaba que arribasen las tropas prusianas para unirse a las suyas y derrotar a Napoleón en Waterloo. Mala movida eso de atrasar un día el ingreso de los caminantes indígenas, dando tiempo al Gobierno de transar con los amotinados, que se dejaron meter el dedo a la boca.
Quizá los estrategas oficialistas siguieron la norma del gran Corso de batir por separado a los ejércitos enemigos.
 Dos indicios. Uno, por vez primera he visto policías desgarrar la wiphala de los emblemas donde la pegaron a la tricolor boliviana. Representativo de toda Bolivia sería incluir la enseña blanca con la flor de patujú en diagonal, porque poco valor para el oriente boliviano tiene el pendón a cuadritos, y menos el mentiroso 5.520 año nuevo “andino-amazónico”, que es ficción aimara. Dos, quizá es atisbo del despertar mestizo, tildado de racista para no incluir su mayoría en el Censo, que hayan despojado y quemado ponchos verdes de nuevos milicianos del MAS. Valiente la dama que hizo quite al latigazo y quiso arrebatar el chicote abusador; la necesitábamos hace años, cuando en el reino del despelote golpeador cortaban corbatas de modestos burócratas camino a la pega.           
Es ridículo que el Presidente grite “lobo, lobo”, como el pastorcillo del cuento, clamando por un supuesto golpe de Estado por la resistencia social a su culebrera gestión. En el exterior galvanizó apoyo de autocracias populistas y rasgó vestiduras en grupos izquierdistas. En Bolivia ya pocos le creen. Más bien se censuran las zancadillas que buen rédito le dieron para acallar a la oposición autonómica de la Media Luna, de la que poco queda con sus líderes encarcelados, procesados judicialmente o exiliados. Ahora hablan de rematar el largo acoso al gobernador Costas de Santa Cruz y se pintarrajean paredes acusando de Del Granado de golpeador ¿Y qué de la hipótesis de que como último recurso se gestaría un autogolpe a la Fujimori?
 Evo Morales cambió a la rabieta de calificar a CNN de “prensa de la derecha, de los pro capitalistas y pro imperialistas”, en una entrevista donde se le preguntó sobre la posibilidad de anular la ley de consulta sobre la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos. Sin embargo, ahí está el meollo del problema del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure, que eso quiere decir Tipnis: el atropello de borrar con el codo lo escrito con la mano, el manoseo político de otrora sacrosantos indígenas, la hipocresía de llenarse la boca con proteger a la Pachamama.
Al calor de la Novena Marcha indígena, con su núcleo en la Subcentral Tipnis, única organización representativa y dueña del territorio, se obtuvo una Ley firmada por el propio Presidente que canceló la carretera asesina. Otra norma fue decretada pocas semanas después, como resultado de una campaña de regalos interesados y marcha promovida por el Gobierno de los invasores cocaleros del Polígono 7 y los indígenas avasallados de sus proximidades. Piden la carretera por medio del Tipnis, dando paso a una consulta amañada por el manoseo gubernamental, poco representativa de los indígenas y destructora de una reserva natural de importancia continental. Continúa la estrategia de dividir para imponer, más ahora que pregonan acuerdos con organizaciones postizas de indígenas para debilitar la causa del Tipnis.  
 La sinuosidad tuvo cara ideológica en el entonces Presidente en ejercicio: el Vicepresidente García Linera. Relevando a un Evo Morales que coincide estar fuera cuando las papas queman, completó una retahíla viborera. Primero restó validez a las protestas sociales que otrora tumbaron gobiernos cuando ellos las promovían; después proclamó que son la savia del proceso de cambio. Deben ser solo los “movimientos sociales” afines al régimen, porque toda la gama de opositores –desde los indígenas marchistas, hasta cruceños enfervorizados por la inminente caída de su Gobernador elegido en las urnas, pasando por los apóstatas del régimen y las ONG que antes lo apoyaron– ahora se amontonan en la retórica satanizadora de golpistas y derechistas.
 Una foto de los marchistas acampados en vigilia a pocos metros del Palacio Quemado, me recordó al Cnel. Reginald Dyer, el carnicero de Amritsar. Inglés nacido en la India, comandó y ordenó la masacre de casi dos mil pacíficos seres humanos congregados en una plaza, que fuera cerrada para que medio centenar de soldados indios asesinaran hombres, mujeres y niños, hasta agotar su dotación de munición.
En un país donde el Presidente ha llegado a sugerir que sus cocaleros seduzcan a las mujeres Yuracarés –la llamada etnia “Collakaré” – para obtener apoyo a la carretera asesina del Tipnis, poco falta para que los Ponchos Rojos, cebados en asesinar indefensos perros, cierren acceso al acampado de los marchistas, y algún uniformado, cebado por talegazo gubernamental, ordene fuego nutrido. Menos mal que según el informe de la Fundación UNIR, los conflictos sociales en Bolivia no han llegado a provocar crisis, siendo de radicalidad media. ¿Acaso los “movimientos sociales” del régimen no minaron la gobernabilidad y la estabilidad democrática de presidencias previas al presente Gobierno?

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