Tengo que confesar que yo creía que el señor Vicepresidente era muy distinto. Aunque sus puntos de vista sobre casi todo lo que pasó y pasa en este país jamás me parecieron acertados, aunque estoy en contra de las nacionalizaciones y de la descolonización, aunque creo que la nueva constitución es un bodrio, y considero que lo acontecido en el hotel de Las Américas fue un asesinato perpetrado por agentes del Estado, yo estaba seguro de que él, Álvaro, era un hombre muy honorable.
Hace años que tengo la impresión de que el señor Vicepresidente se ha alejado de alguna manera de la realidad. Esa percepción me vino cuando lo vi un domingo en la mañana dando una clase magistral sobre capitalismo y anexos, por televisión nacional. Se despachó tres horas hablando a una audiencia imaginaria, pero eso no lo hacía sospechoso de nada turbio.
Cuando su Excelencia se casó con su bella novia, me llamó la atención ese colmo de formalidad católica con la que mandó a bendecir su unión, y lo vi como algo contradictorio, pero charmante al fin, un poco de bipolarismo no le hace mal a nadie. Ni se me pasó por la mente que ese era un acto público de falsedad, de impostura. Insisto, me pareció algo hasta encantador por lo incongruente.
Cuando lo vi y escuché hablar a una audiencia campesina de una manera paternalista, que parecía la de un pastor evangélico, cuando exclamó que se preguntaba qué podía tener el agua de Orinoca para haber producido un portento como Evo, lo encontré fingido, pero hasta reconocí su astucia mediática.
Cuando arremetía con odio hacia los corruptos del pasado, yo hasta me identificaba con él porque estoy convencido de que la ligereza con que se trataron los actos de corrupción en el pasado fue lo que más llevó a la población a desilusionarse de la política y de las instituciones y fue el mayor daño que se pudo hacer a la democracia.
Cuando recuerdo el pasado terrorista de Álvaro, no siento ninguna simpatía porque no creo en la violencia y porque ese tipo de acciones no se justifica en un Estado democrático y el escenario en que él actuó tenía esas características.
Y sin embargo, jamás creí que él estaba ligado a algún acto de corrupción. Podía ser intelectualmente deshonesto porque es demasiado inteligente y formado como para decir muchas de las cosas que dice. Pero que esté involucrado con un pinche negociado, de esos que hacen las gentes vulgares en todos los tiempos, no sólo no me lo imaginé, sino que aún ahora no lo puedo creer.
Don Álvaro ha dicho que él no sabía que su cuñada era la concesionaria del servicio de catering de BoA y eso podría ser muy posible. Él como Vicepresidente no tiene por qué enterarse de lo que se hace en todas las empresas estatales y la cuñada bien puede ser una persona astuta, tal vez un poco forajida que utilizó el nombre del segundo mandatario, sólo de pasada, y que los obsecuentes de siempre le allanaron el camino para un pingüe negocio.
Es posible que el Vicepresidente no tenga nada que ver y que simplemente se vea hoy perjudicado por el accionar de su angurrienta cuñada. Pero eso no se va a poder saber jamás. No se va a saber en parte debido a la miserable justicia que tenemos y también a las otras instancias. ¿Hará algo Nardi Suxo?, lo dudo, pero ella tiene que saber que el país está esperando su reacción, aunque ella haya dejado de ser creíble.
El daño hecho al MAS en este año electoral es inmenso, pero como el diablo no sabe para quién trabaja, es posible que este sufrimiento de una tienda política, signifique, a la larga, la felicidad de todo un país. En fin, habrá que agradecerle a la cuñada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario