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jueves, 20 de diciembre de 2012

una vez fuera de Palmasola, ya en su domicilio Jacob Ostreicher concede entrevista a nuestro amigo Emilio Martínez. al parecer es la primera de una serie que vendrá. muy bien logrado Emilio, adelante


Emilio entrevista a Jacob ya libre de cadenas


Entre una pared colmada de fotos de sus nietos, una repisa con ejemplares del Tanaj (la Biblia hebrea) y un gran mapamundi, Jacob Ostreicher nos recibe para hablar en profundidad de su experiencia en Bolivia. Es la primera vez que habla con la prensa desde que saliera de prisión, con medidas sustitutivas que incluyen la detención domiciliaria y el arraigo.
Han pasado 18 meses desde que fue encarcelado y 7 desde que escribiéramos que el suyo parecía ser el “caso Dreyfus” boliviano. El tiempo demostró que no andábamos errados.
Las manos le tiemblan, sobre todo la derecha, durante toda la entrevista. Ostreicher explica que “nadie en mi familia por cinco generaciones ha tenido esta enfermedad”. Se refiere al mal de Parkinson, agregando que el médico atribuye el desarrollo de la afección a la huelga de hambre que mantuvo por siete meses.
ENTREVISTA 2JO – Solamente bebía líquidos, perdí cuarenta kilos. La condición de la prisión es algo que uno no tiene suficiente tiempo para contar lo mala que es… Fue todo el stress, el hecho de no ver a mi familia durante 560 días… Éste es el resultado.
EM – ¿Cree que su ejemplo puede impulsar a los bolivianos a denunciar la extorsión?
JO – Tengo esa esperanza. Espero que esto no pare en el hecho de que soy norteamericano, y que después que vuelva a mi país todo quede como si nada hubiera pasado. Todo mi sufrimiento no habría sido en vano si pudiera hacer una diferencia en el futuro para este país. De ayudar a cientos, tal vez miles de personas, haciendo un cambio para las próximas generaciones. Si es así, mi sufrimiento habrá sido un pago pequeño y habrá valido la pena. Espero que esto no sea solamente sobre mí, sino sobre todo el sistema de justicia en Bolivia.
“La comunidad judía tenía miedo del gobierno”

EM – ¿Cómo se movilizó el apoyo de la comunidad judía en su defensa, tanto a nivel nacional como internacional?
JO – Para ser honesto, la comunidad judía en Bolivia fue bastante decepcionante. Cuando me vi envuelto en este problema y me acerqué a ellos, le prometieron todo a mi esposa pero no hicieron mucho. Ahora entiendo que ellos tenían miedo del gobierno. Actualmente, que entiendo un poco más el sistema, sé que tuvieron miedo. La comunidad judía de todo el mundo sí se acercó a mí.
EM – Su caso tuvo amplias repercusiones en el Congreso de Estados Unidos y se llegó a presentarlo ante una comisión de la Cámara de Representantes.
JO – Hubieron varias audiencias públicas y se preparó un proyecto para una ley que llevaría mi nombre, la Ley Jacob, por la cual las personas que trabajan en el gobierno de Bolivia no podrían viajar a los Estados Unidos.
“El FBI me investigó a mí”
Le preguntamos sobre la participación del FBI en la investigación de su caso.
JO – El FBI me investigó a mí, porque el gobierno de Estados Unidos no iba a hablar a mi favor hasta que no estuvieran 100% seguros de mi honestidad. No hay otro país en el mundo que luche contra el narcotráfico como los Estados Unidos. Querían asegurarse de que yo no tuviera nada que ver con el narcotráfico antes de actuar a un nivel político. Hicieron un reporte desde el día que nací y se lo mostraron al gobierno de EEUU.
EM – ¿Se habría destapado el caso sin la intervención de los congresistas norteamericanos y de Sean Penn?
JO – De no haber sido por Sean Penn, no estaríamos hablando aquí. Yo seguiría en Palmasola, ni siquiera en la clínica, sin importar cuán enfermo estuviera.
Red de extorsión: la punta del iceberg
EM – ¿Hay gente vinculada a la red de extorsión que todavía no ha sido tocada? ¿Estamos viendo sólo la punta del iceberg?
Hay muchas personas que todavía no están en la cárcel. No puedo entender como (los jueces) Orellana y Rodríguez todavía no están en prisión. Orellana incluso dijo que yo era culpable hasta que se demostrara lo contrario, violando las leyes internacionales y bolivianas.
EM – ¿La maquinaria de la red de extorsión sigue funcionando?
JO – Absolutamente.

“Fue el robo más grande de la historia de Bolivia”

Ostreicher considera que su encarcelamiento fue parte de un “esquema planificado, premeditado” por “oficiales del gobierno” para robarle sus bienes.
JO – Perdí 20 millones de kilos de arroz. Posiblemente, es el robo más grande en la historia de Bolivia, como me ha dicho gente familiarizada con el caso. Un robo hecho por personas que trabajan en el gobierno. 400.000 bolsas de 50 kilos de arroz. Más de 1.200 camionetas. Les llevó unas 2 a 3 semanas sacarlo y fue llevado a 4 o 5 puntos diferentes, y ni una palabra de esto salió en los medios porque me mantenían en la cárcel. Oficiales del gobierno me llevaron a una corte, escondiéndose detrás de la ley para robar todo. No son procuradores, sino perseguidores (el juego de palabras funciona en inglés: “prosecutors” y “persecutors”).
Ostreicher no cree que se haya tratado de “ningún error”.
JO – Lo más doloroso es que ellos sabían desde el primer minuto que yo no era culpable, no estaría tan devastado si ellos hubieran cometido un error. Sabían que era un hombre inocente, tengo los documentos para probarlo. Fue planeado, premeditado, todo el esquema de cómo robar. Me hicieron creer que estaban investigando algo, les di más de 60 horas de declaración, fui a los EEUU cuatro veces a traer documentación. Después de que se dieron cuenta de cuánto dinero estaba invirtiendo aquí, montaron el esquema para quitarme todo. Durante 18 meses, Fernando Aguilera fue a los medios a decir que tenían evidencia en mi contra y yo no podía hablar una palabra. Cuando iba a alguna audiencia, casi 30 audiencias, los policías me impedían hablar con los medios. Fue un esquema armado a una escala tremenda.
Un capítulo que Ostreicher cuenta con especial dolor es el hostigamiento sufrido por su esposa, que la obligó a salir del país durante varios meses.
JO – El fiscal Roberto Achá le dijo a CNN que tenían pruebas de que yo era un narcotraficante, y mi esposa habló con CNN respondiendo que eso no era verdad. Después, Isabelino Gómez presentó cargos contra mi esposa. También se hizo otro proceso contra mi anterior abogado, Abel Montaño, quien tuvo que dejar su cargo. Un día que mi esposa va a la prisión a llevarme comida kosher, entra en Palmasola y sin orden judicial la ponen en la cárcel de mujeres. Los policías no la dejaban hablar con su abogado. Inmediatamente hablé con la embajada de EEUU y ellos se comunicaron con el gobernador de la cárcel, diciendo que “si esta mujer no sale en este segundo habrán graves problemas”. El gobernador habló con alguien y ella salió. Después, el embajador le dijo que era peligroso que ella continuara en este país.
EM – ¿Está preparando una presentación de su caso ante organismos internacionales?
JO – El Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU estuvo presente en varias de mis audiencias, ellos saben de mi caso desde el principio.
“Me siento como un Hombre Muerto Caminando”
EM – ¿Cómo ve su vida de aquí en adelante?
JO – No sé cómo va a terminar el caso. Es una situación muy triste. Las personas me llaman de todas partes y me felicitan, pero me siento triste porque todavía no soy un hombre libre. Algo dentro de mí murió. Todos están felices y yo me siento como un Hombre Muerto Caminando (alusión a la película “Dead Man Walking”, protagonizada por Sean Penn). Me siento totalmente destruido. No creo que me puedan devolver todo lo que me han quitado. Lo único que me reconforta es la posibilidad de hacer la diferencia, impulsar un cambio en la justicia, sólo así eventualmente podría recuperarme.
(Fotos: Patricia Cadena)

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